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                 Camino de Emaús                                           Delante del trono había como un mar trasparente, como cristal. En
                                                                           el centro, rodeando el trono, estaban cuatro seres vivientes cubiertos
                 Aquel mismo día iban dos de ellos camino de una aldea llamada
                                                                           de ojos por delante y por detrás. El primer ser viviente tenía figura
                 Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén. Iban comentando  de león, el segundo de toro, el tercero tenía rostro humano, el cuarto
                 todo lo sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona  tenía figura de águila volando. Cada uno de los seres vivientes tenía
                 los alcanzó y se puso a caminar con ellos. Pero ellos tenían los ojos  seis alas, cubiertas por dentro y en torno de ojos. Ni de día ni de
                 incapacitados para reconocerlo. Él les preguntó:          noche descansaban diciendo: «Santo, santo, santo, Señor Dios To-
                 —¿De qué van conversando por el camino?                   dopoderoso, El que era y es y será».
                 Ellos se detuvieron con semblante afligido, y uno de ellos, llamado
                                                                                                                      Ap 4, 6-8
                 Cleofás, le dijo:
                 —¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que desconoces lo que  Así dice el Señor: «El cielo es mi trono, y la tierra, el estrado de mis
                 ha sucedido allí estos días?                              pies».                                       Is 66, 1
                 Preguntó:
                 —¿Qué?                                                                     A los ocho días estaban de nuevo dentro los
                 Le contestaron:                                                            discípulos y Tomás con ellos. Vino Jesús a
                 —Lo de Jesús Nazareno, que era un profeta poderoso en obras y              puertas cerradas, se colocó en medio y les
                 palabras ante Dios y ante todo el pueblo. Los sumos sacerdotes y           dijo:
                 nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo         —Paz con ustedes.
                 crucificaron. ¡Y nosotros que esperábamos que iba a ser Él el liberador    Después dijo a Tomás:
                 de Israel! Encima de todo eso, hoy es el tercer día desde que sucedió.     —Mete aquí el dedo y mira mis manos; trae
                 Es verdad que unas mujeres de nuestro grupo nos han alarmado;              la mano y métela en mi costado, y no seas
                 pues, yendo de madrugada al sepulcro, y al no encontrar el cadáver,        incrédulo, antes cree.
                 volvieron diciendo que habían tenido una visión de ángeles que les         Le contestó Tomás:
                 dijeron que Él está vivo. También algunos de los nuestros fueron al        —Señor mío y Dios mío.
                 sepulcro y lo encontraron como lo habían contado las mujeres; pero         Le dijo Jesús:
                 a Él no lo vieron.                                        —Porque me has visto, has creído; dichosos los que creerán sin
                 Jesús les dijo:                                           haber visto.                             Jn 20, 26-29
                 —¡Qué necios y torpes para creer cuanto dijeron los profetas! ¿No
                 tenía que padecer eso el Mesías para entrar en su gloria?  Yo soy la luz del mundo, quien me siga no caminará en tinieblas,
                                                                           antes tendrá la luz de la vida.
                 Y comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les                                       Jn 8, 12
                 explicó lo que en toda la Escritura se refería a Él.
                                                                           Una voz grita en el desierto: «Preparen el camino al Señor, allanen
                 Se acercaban a la aldea adonde se diri gían, y Él fingió seguir adelante.
                                                                           sus senderos».
                 Pero ellos le insistieron:                                                                             Mc 1, 3
                 —Quédate con nosotros, que se hace tarde y el día va de caída.
                 Entró para quedarse con ellos; y, mientras estaba con ellos a la                        z Unidad 3, pág. 47, act. 8
                 mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Se les abrieron
                 los ojos y lo reconocieron. Pero Él desapareció de su vista. Ellos co-
                 mentaron:                                                 Sepultura y resurrección de Jesús
                 —¿No se abrasaba nuestro corazón mientras nos hablaba por el
                 camino y nos explicaba la Escritura?                      Ya anochecía; y como era el día de la preparación, víspera de sábado,
                 Se levantaron al instante, volvieron a Jerusalén y encontraron a los  José de Ari matea, consejero respetado, que esperaba el Reinado
                 once con los demás compañeros, que afirmaban:             de Dios, tuvo la osadía de presentarse a Pilato a pedirle el cuerpo
                 —Realmente ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.  de Jesús. Pilato se extrañó de que ya hubiera muerto. Llamó al cen-
                 Ellos, por su parte, contaron lo acaecido por el camino y cómo lo  turión y le preguntó si ya había muerto. Informado por el centurión,
                 habían reconocido al partir el pan.                       le concedió el cuerpo a José. Éste compró una sábana, lo bajó de
                                                                           la cruz, lo envolvió en la sábana y lo colocó en un sepulcro excavado
                                                           Lc 24, 13-35
                                                                           en la roca. Después hizo rodar una piedra a la boca del sepulcro.
                                                z Unidad 3, pág. 43, act. 1  María Magdalena y María de José observaban dónde lo colocaba.
                                                                           Cuando pasó el sábado, María Magdalena, María de Santiago y Sa-
                 Vida de la primera comunidad                              lomé compraron perfumes para ir a ungirlo. El primer día de la semana,
                                                                           muy temprano, llegaron al sepulcro al salir el sol. Se de cían:
                 Los que aceptaron sus palabras se bautizaron y aquel día se incor-  —¿Quién nos correrá la piedra de la boca del sepulcro?
                 poraron unas tres mil personas. Eran asiduos en escuchar la ense-  Alzaron la vista y observaron que estaba corrida la piedra. Era muy
                 ñanza de los apóstoles, en la solidaridad, la fracción del pan y las  grande. Entrando en el sepulcro, vieron a un joven vestido con un hábito
                 oraciones. Ante los prodigios y señales que hacían los apóstoles,  blanco, sentado a la derecha, y quedaron espantadas. Les dijo:
                 un sentido de reverencia se apoderó de todos. Los creyentes estaban  —No se espanten. Buscan a Jesús Nazareno, el crucificado. Ha re-
                 todos unidos y poseían todo en común; vendían bienes y posesiones  sucitado, no está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto. Pero
                 y las repartían según la necesidad de cada uno. A diario acudían  vayan a decir a sus discípulos y a Pedro que irá delante de ellos a
                 fielmente y unánimes al templo; en sus casas par tían el pan, com-  Galilea. Allí lo verán, como les había dicho.
                 partían la comida con alegría y sencillez sincera. Alababan a Dios y  Salieron huyendo del sepulcro, temblando y fuera de sí. Y de puro
                 todo el mundo los estimaba. El Señor iba incorporando a la comu-  miedo, no dijeron nada a nadie.
                 nidad a cuantos se iban salvando.
                                                                                                                  Mc 15, 42-16, 8
                                                          Hch 2, 41-47
                                                z Unidad 3, pág. 45, act. 3                             z Unidad 3, pág. 49, act. 13



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