Page 23 - tan bueno como el pan
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David Franco




                        Los salesianos designados para acompañarlas fueron el coadjutor Juan Sciolli, el padre
                     Guido Terzuolo, el padre director Antonio Riccardi y el padre Carlos Pane, quien para
                     1891 tenía 35 años.
                        Influyó en la elección de estos salesianos sus experiencias misioneras en países donde se
                     hablaba español. Riccardi llevaba once años en la Patagonia (Argentina) como secretario
                     de monseñor Juan Cagliero. Sciolli había sido integrante de la delegación fundadora de
                     la obra salesiana en Ecuador. Mientras que en el caso de Pane, como se ha mencionado,
                     estuvo varios años en España.

                        El padre Riccardi ya se encontraba en Sudamérica, así que Pane fue designado como el
                     jefe de la misión durante el viaje de Turín a Lima.
                        El 16 de agosto de 1891 se realizó una gran ceremonia de despedida a los valientes
                     misioneros. Era la segunda vez que Pane asistía a una ceremonia así. Recordemos que la
                     primera vez fue en noviembre de 1877, cuando Don Bosco pensaba enviarlo a Argentina.
                     Ahora quien encabezaba la ceremonia era el primer sucesor de Don Bosco, Don Miguel
                     Rúa, Rector Mayor de los Salesianos.

                        Nuevamente, Pane se encontraba sentado en una banca de la Basílica de María
                     Auxiliadora de Turín. ¿Estaría nervioso?, ¿emocionado?, ¿temeroso? Nunca había salido
                     de Europa ni había cruzado un océano. Era su primera vez en otro continente.
                        A diferencia de aquella ocasión en que se enfermó de paludismo, esta vez Pane y sus
                     compañeros misioneros no irían hasta Roma para recibir la bendición del Papa. El sumo
                     pontífice León XIII la envió, por escrito, a través de un telegrama.

                        “Reverendísimo Don Rúa Superior Salesianos. Turín. El Santo Padre, confortado por
                     la noticia de la partida de los Salesianos e Hijas de María Auxiliadora al Ecuador, Perú,
                     África, ha concedido paternalmente la implorada bendición”.

                        Tras recibirla, cargaron sus maletas e iniciaron el largo camino. El trayecto que siguieron
                     Pane y sus once compañeros fue fatigoso: en tren de Turín a París, después enrumbaron
                     a Inglaterra cruzando en barco el canal de la Mancha hasta llegar a Londres, y desde allí
                     partieron al puerto de Liverpool donde tomaron el vapor con destino a Panamá. Durante
                     la travesía por el Atlántico, el padre Pane aprovechó en brindar algunas clases de castellano
                     a las Salesianas.

                        Llegaron al puerto de Colón, en el Atlántico, y atravesaron el istmo más famoso de
                     América por vía terrestre, hasta llegar al puerto de Panamá, en el Pacífico. Allí, el 19 de
                     setiembre de 1891, antes de embarcar al Perú, el padre Pane le escribió a Don Rúa una
                     carta. En ella le contó:




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