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                El amor es paciente, es amable, el amor no es envidioso ni fanfarrón,  Pedro respondió:
                no es orgulloso ni destemplado, no busca su interés, no se irrita, no  –No lo soy, hombre.
                apunta las ofensas, no se alegra de la injusticia, se alegra de la  Como una hora más tarde otro insistía:
                verdad. Todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.  –Realmente éste estaba con él, pues también es galileo.
                El amor nunca acabará. Las profecías serán eliminadas, las lenguas  Pedro contestó:
                cesarán, el conocimiento será eliminado.                 –No sé lo que dices, hombre.
                                                                         Al punto, cuando aún hablaba, cantó el gallo. El Señor se volvió y
                                                         1 Cor 13, 1-8
                                                                         miró a Pedro; éste recordó lo que le había dicho el Señor: antes de
                                                                         que cante el gallo, me negarás tres veces. Salió afuera y lloró amar-
                                               z Unidad 4, pág. 61, act. 9
                                                                         gamente.
                Misión de los Doce                                                                                 Lc 22, 54-62
                Convocó a los Doce y les confirió poder y autoridad sobre todos                        z Unidad 5, pág. 81, act. 14
                los demonios y para curar enfermedades. Y los envió a proclamar
                el reinado de Dios y a curar enfermos. Les dijo:         Parábolas
                –No tomen nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero,  Él les contestó con las siguientes parábolas:
                ni dos túnicas. En la casa en que entren permanezcan hasta que  –Si uno de ustedes tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las
                se marchen. Si no los reciben, al salir de la ciudad sacudan el polvo  noventa y nueve en el páramo y va tras la extraviada hasta encon-
                de los pies como prueba contra ellos.                    trarla? Al encontrarla, se la echa a los hombros contento, se va a
                Cuando salieron, recorrieron las aldeas anunciando la buena noticia  casa, llama a amigos y vecinos y les dice: alégrense conmigo, porque
                y curando enfermos por todas partes.
                                                            Lc 9, 1-6    encontré la oveja perdida. Les digo que lo mismo habrá en el cielo
                                                                         más fiesta por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve
                                                                         justos que no necesitan arrepentirse.
                                           z Unidad 4, pág. 67, act. eval. 1
                                                                         Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende un candil,
                                                                         barre la casa y busca diligentemente hasta encontrarla? Al encontrarla,
                El precepto principal                                    llama a las amigas y vecinas y les dice: alégrense conmigo, porque
                                                                         encontré la dracma perdida. Les digo que lo mismo se alegrarán los
                –Maestro, ¿cuál es el precepto más importante en la Ley?  ángeles de Dios por un pecador que se arrepienta.
                Le respondió:
                –Amarás al Señor tu Dios de todo corazón, con toda el alma, con                                     Lc 15, 3-10
                toda tu mente. Éste es el precepto más importante; pero el segundo
                es equivalente: Amarás al prójimo como a ti mismo. Estos dos pre-                       z Unidad 6, pág. 89, act. 2
                ceptos sustentan la Ley entera y los profetas.
                                                         Mt 22, 36-40    Dios Padre
                                                                         Fíjense en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni meten en gra-
                Han oído que se dijo: «Ojo por ojo, diente por diente». Pues yo les  neros, y sin embargo, nuestro Padre del cielo las sustenta. ¿No valen
                digo que no opongan resistencia al malvado. Antes bien, si uno te  ustedes más que ellas? ¿Quién de ustedes puede, a fuerza de cavilar,
                da un bofetón en la mejilla derecha, ofrécele la izquierda. Al que  prolongar un tanto la vida? ¿Por qué se angustian por el vestido? Ob-
                quiera ponerte pleito para quitarte la túnica déjale también el manto.  serven cómo crecen los lirios silvestres, sin trabajar ni hilar. Les aseguro
                Si uno te fuerza a caminar mil pasos, haz con él dos mil. Da a quien  que ni Salomón, con todo su fasto, se vistió como uno de ellos. Pues
                te pide y no rechaces a quien te pide prestado.          si a la hierba del campo, que hoy crece y mañana la echan al horno,
                Han oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo».  Dios la viste así, ¿no los vestirá mejor a ustedes, desconfiados? En
                Pues yo les digo: Ama a tus enemigos, reza por los que los persiguen.  conclusión, no se angustien pensando: qué comeremos, qué bebe-
                Así serán hijos de nuestro Padre del cielo, que hace salir su sol sobre  remos, qué nos vestiremos.
                malos y buenos y hace llover sobre justos e injustos. Si aman sólo                                  Mt 6, 26-31
                a los que los aman, ¿qué premio merecen? También lo hacen los
                recaudadores. Si aman sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extra-  ¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra?, ¿o si le
                ordinario? También lo hacen los paganos. Sean pues perfectos  pide pescado, le da una culebra? Pues si ustedes, con lo malos que
                como nuestro Padre del cielo es perfecto.                son, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más dará su Padre
                                                                         del cielo cosas buenas a los que se las pidan!
                                                          Mt 5, 38-48
                                                                                                                    Mt 7, 9-11
                                                                                                        z Unidad 6, pág. 89, act. 3
                                               z Unidad 5, pág. 77, act. 6
                Negaciones de Pedro                                      Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre
                                                                         Guardó un ayuno de cuarenta días con sus noches y al final sintió
                Lo prendieron, lo condujeron y lo metieron en casa del sumo sacer-  hambre.
                dote. Pedro lo seguía a distancia. Habían encendido fuego en medio                                     Mt 4, 2
                del patio y estaban sentados alrededor; Pedro se sentó entre ellos.
                Una criada lo vió sentado junto a la lumbre, lo miró fijamente y dijo:  –¿Cómo habla éste así?, ¿quién puede perdonar pecados, sino Dios
                –También éste estaba con él.                             sólo?
                Él lo negó:                                                                                            Mc 2, 7
                –No lo conozco, mujer.                                   –¿No es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago
                Al poco otro lo vio y dijo:                              y José, Judas y Simón? ¿No viven aquí sus hermanas?
                –También tú eres uno de ellos.                           Y esto lo sentían como un obstáculo.
                                                                                                                       Mc 6, 3




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