Page 144 - e-book
P. 144
AUTOR Libro
Mis ojos entrecerrados contemplaron cómo Laurent dejaba de inhalar y giraba
bruscamente la cabeza hacia la izquierda. Me daba pánico quitarle los ojos de encima
para seguir la trayectoria de su mirada, aunque difícilmente iba a necesitar una
distracción u otro tipo de treta para dominarme. Estaba demasiado asombrada para
sentir alivio alguno cuando comenzó a alejarse lentamente de mí.
No te fíes, me dijo la voz tan bajito que apenas la oí.
Entonces, tuve que mirar. Escudriñé el prado en busca de la interrupción que
había prolongado mi vida durante unos segundos más. No vi nada en un primer
momento, y mi mirada revoloteó de vuelta a Laurent, que ahora se retiraba más
deprisa sin dejar de horadar el bosque con la vista.
En ese momento vi una gran figura negra salir con calma de entre los árboles,
silenciosa como una sombra, para luego acechar con parsimonia al vampiro. Era
enorme; tenía la altura de un caballo, pero era más corpulento y mucho más
musculoso. El gran hocico se contrajo con una mueca que reveló una hilera de
incisivos afilados como cuchillas. Profirió entre dientes un gruñido espeluznante que
retumbó por todo el claro como la prolongación del restallido de un trueno.
El oso. Sólo que no era un oso para nada. Aun así, aquella gigantesca criatura
negra debía de ser la causante de toda la alarma. Visto de lejos, se le podía confundir
con un oso. ¿Qué otro animal iba a tener una constitución tan descomunal y
poderosa?
Me hubiera gustado tener la suerte de haberlo visto a lo lejos. En vez de eso,
anduvo sin hacer ruido sobre la hierba a poco más de tres metros de mi posición.
No te muevas ni un centímetro, murmuró la voz de Edward.
Me quedé mirando fijamente a la monstruosa criatura, con la mente bloqueada
en el intento de ponerle un nombre a aquel ser. Guardaba una cierta semejanza
canina en cuanto al contorno y la forma de moverse. Atenazada por el pánico como
estaba, sólo se me ocurría una posibilidad, pero aun así, jamás hubiera imaginado
que un lobo podía ser tan grande.
Su garganta emitió un gruñido sordo que me hizo estremecer.
Laurent estaba retrocediendo hacia la fila de árboles. Me azotó una oleada de
confusión y helado pánico. ¿Por qué se retiraba Laurent? El lobo era de un tamaño
desmedido, sin duda, pero sólo era un animal. ¿Por qué iba a temer un vampiro a un
animal? Y Laurent estaba aterrado. Tenía los ojos desmesuradamente abiertos, como
los míos.
De repente, como una respuesta a mi pregunta, el colosal lobo recibió
compañía. Le flanqueaban otros dos gigantescos compañeros que penetraron
silenciosamente en el prado. Uno tenía un pelaje gris oscuro y el otro castaño, pero
ninguno alcanzaba la altura del primero. El lobo gris salió de los árboles a escasos
metros de mí, con la mirada fija en Laurent.
Dos lobos más les siguieron adoptando una formación en uve —como la de los
gansos cuando emigran hacia el sur— antes de que yo pudiera reaccionar. El
monstruo de pelambrera color ladrillo que salió del sotobosque en último lugar
estaba al alcance de mi mano.
- 144 -

