Page 14 - REVISTA INALIENABLE 1 EDICIÓN
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como  elemento  de  pertenencia  a  la  comunidad  nacional  (lo  cual  suponía  una

                   incorporación sin precedentes para el judaísmo). La religión quedaba relegado a un
                   asunto privado, cuestión criticada por Marx en sus escritos a lo largo de la década de

                   1840, por no superar un asunto que, según él, alienaba al ser humano. Esta especie
                   de reducción a lo opinable, no es que satisficiera mucho a la

                   Jerarquía católica. Tal percepción de relativismo y antagonismo hacia lo religioso, hizo

                   que  la  Iglesia  se  presentara  condenando  el  liberalismo  (o  sea,  el  sistema  de
                   pensamiento  que  surge  de  la  Revolución  Francesa  que  busca  apoyarse  en  un

                   racionalismo feroz, negando todo lo que no pudiese ser evaluado por la razón).
                   Un momento clave, si bien es complicado reducir la historia a un único momento, como
                   si no existieran antecedentes, es el
                   Decreto  Dignitatis  Humanae  del
                   Concilio  Vaticano  II,  del  7  de
                   diciembre de 1965. Trata sobre la
                   libertad religiosa y tuvo que nadar a
                   contracorriente para lograr conciliar
                   dos  extremos:  la  conciencia  de
                   única    Revelación     (y   verdad)
                   necesaria para la salvación con la
                   libertad  de  conciencia  de  las
                   personas  (y,  por  lo  tanto,  con  los
                   Derechos Humanos). El papa Juan
                   XXIII  ya  había  adelantado  la
                   incorporación (¿los había bautizado?) de los Derechos Humanos dentro del lenguaje
                   y documentos pontificios en la encíclica Pacem in Terris (11 de abril de 1963). Al final,
                   el texto del decreto conciliar, Dignitatis Humanae, establece la libertad del ser humano
                   para buscar la Verdad, sin que esa Verdad sea relativizada. Es una afirmación de
                   respeto del ser humano y su conciencia, para buscar la Verdad. Se abandona la actitud

                   impositiva, de proselitismo o de imposición por el Estado.

                   A  partir  de  ese  momento  es  más  fácil  vislumbrar  la  participación  cristiana  en  la
                   construcción  de  la  sociedad,  eso  que  podemos  llamar  como  el  ejercicio  de  los
                   Derechos Humanos y el llamado “bien común”. Una forma de aproximación tiene que
                   ver con lo que se ha llamado “los estados de vida”: no solo una distinción jurídica entre
                   clérigos, religiosos y laicos, sino una manera de concebir la responsabilidad moral de
                   cada uno y, por otra parte, de descubrir el rol insustituible de los laicos (puesto que los
                   cargos políticos, por ejemplo, son de su propia competencia).
                   Dicha  interpelación  moral,  aunque  el  esquema  de  “estados  de  vida”  tienda  a  ser
                                                                                                           13
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