Page 15 - REVISTA INALIENABLE 1 EDICIÓN
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estático y limitante, necesita de una motivación y experiencia espiritual de base.
Además de la motivación por la salvación (y de alguna manera por cierta forma de
misión), el meterse en “camisa de once varas” tiene que ver con la búsqueda de
sentido a la vida (Viktor Frankl) que, a su vez, remite al Creador (“hemos sido creados
para Dios y nuestra alma no descansa hasta estar en Dios”, según san Agustín; o “no
hemos sido arrojados a la existencia, sino puestos por Dios para vivir para Dios”,
parafraseando a la santa Edith Stein).
Desde el contexto latinoamericano
(y, por lo tanto, desde el magisterio
del papa Francisco y la teología
actual), los contextos históricos
donde el cristiano se compromete
son el ámbito desde donde buscamos seguir a Jesucristo. Esto implica una cuestión
dinámica tanto del plan y presencia salvífica de Dios en la historia como en la
posibilidad de identificar dicha presencia (y secundarla) a través del ejercicio de una
habilidad tan espiritual (que los jesuitas han propuesto de forma magistral) como es el
discernimiento.
Finalmente, el tema de la cruz se despoja del sentido exclusivo que se le ha dado de
asumir los achaques de la vida (cristianos y no cristianos sufren de achaques) para
ubicarlos en su auténtico contexto, que es el de la misión. Asumir la misión (sea desde
lo más propio de la evangelización, sea desde la promoción del ser humano, que forma
parte de la evangelización también) conlleva sufrir adversidades y oposiciones, aun a
riesgo de la propia vida. Discernir la cruz, como camino de amor y seguimiento a Jesús
y como lo más cercano a su Voluntad en un momento dado, nos permite suponer que
dicho dolor no solo será redentor, sino que conducirá a la Resurrección (inclusive
dentro de la historia y no solo más allá de la historia). Cruz que, de manera paradójica
y sin que sea consciente, asocia a
muchos defensores de Derechos
Humanos a la misión de Jesús.
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