Page 139 - Libros de Caballerías 1879
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LA MUERTE DEL ENDRIAGO
Gandalín, como llegó y le vio tan espantables heri-
das, cuidó que era muerto, y dejándose caer del
caballo, comenzó a dar muy grandes voces, mesán-
dose. Mas después cabalgó muy presto en su caba-
llo, e subiéndose en un otero, tocó la bocina lo
más recio que pudo, en señal que el Endriago
era muerto. Ardián el enano oyólo, e dio muy gran-
des voces al maestro Elisabat que acorriese a su
señor, que el Endriago era muerto. Y él, como es-
taba apercebido, cabalgó con todo el aparejo que
menester era, e fué lo más presto que podo por el
derecho que el enano le señaló; e no andovo mu-
cho que vio a Gandalín encima del otero, el cual,
como el maestro vio, vino corriendo contra él
e dijo:
— Ay, señor ; por Dios e por merced acorred
-¡
!
a mi señor, que mucho es menester; que el En-
driago es muerto.
El maestro, cuando esto oyó, hobo gran placer con
aquellas buenas nuevas que Gandalín decía, no sa-
biendo el daño del Caballero, e aguijó cuanto más
podo, e Gandalín le guiaba, fasta que llegaron don-
de el Caballero de la Verde Espada estaba, e ha-
lláronlo muy desacordado, sin ningún sentido.
El maestro Elisabat quitó luego su manto, e ten-
diólo en el suelo, e tomáronlo él e Gandalín, e pu-
niéndolo encima, le desarmaron lo más quedo que
podieron; e cuando el maestro le vio las llagas, aun-
que él era uno de los mejores del mundo de aquel
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