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AMADÍS DE GAULA
menester, e había visto muchas e grandes heridas,
mucho fué espantado y desafuciado de su vida;
mas como aquel que lo amaba y tenía por el me-
jor caballero del mundo, pensó de poner todo su
trabajo por le guarecer, e catándole las heridas, vio
que todo el daño estaba en la carne e en los hue-
sos, y que no le tocara en las entrañas. Tomó ma-
yor esperanza de lo sanar, e concertóle los huesos
e las costillas, e cosióle la carne, e púsole tales me-
lecinas, e ligóle tan bien todo el cuerpo al derre-
dor, que le fizo restañar la sangre y el aliento que
por allí salía, e luego le vino al Caballero mayor
acuerdo y esfuerzo, de guisa que podo hablar, e
abriendo los ojos, dijo:
—¡Oh Señor Dios todopoderoso, que por tu gran
piedad quesiste venir en el mundo e tomaste carne
humana en la Virgen María, pídote, Señor, como
uno de los más pecadores, que hayas merced de mi
ánima, que el cuerpo condenado es a la tierra.
Con grandes cuidados, lleváronlo a un castillo
desmantelado que en la isla había, donde, gracias a
la ciencia del maestro Elisabat, recobró la salud en
no mucho tiempo.
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