Page 46 - El Alquimista
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convencido de su propia respuesta.
El libro que más interesó al muchacho contaba la historia de los
alquimistas famosos. Eran hombres que habían dedicado toda su vida a
purificar metales en los laboratorios; creían que si un metal se mantenía
permanentemente al fuego durante muchos años, terminaría liberándose de
todas sus propiedades individuales y sólo restaría el Alma del Mundo. Esta
Cosa Única permitía que los alquimistas entendiesen cualquier cosa sobre la
faz de la Tierra, porque ella era el lenguaje a través del cual las cosas se
comunicaban. A este descubrimiento lo llamaban la Gran Obra, que estaba
compuesta por una parte líquida y una parte sólida.
—¿No basta con observar a los hombres y a las señales para descubrir este
lenguaje? —preguntó el chico.
—Tienes la manía de simplificarlo todo —repuso el Inglés irritado—. La
Alquimia es un trabajo muy serio. Exige que se siga cada paso exactamente
como los maestros lo enseñaron.
El muchacho descubrió que la parte líquida de la Gran Obra era llamada
Elixir de la Larga Vida, que curaba todas las enfermedades y evitaba que el
alquimista envejeciese. Y la parte sólida se conocía con el nombre de Piedra
Filosofal.
—No es fácil descubrir la Piedra Filosofal —dijo el Inglés—. Los
alquimistas pasaban muchos años en los laboratorios contemplando aquel
fuego que purificaba los metales. Miraban tanto el fuego que poco a poco sus
cabezas iban perdiendo todas las vanidades del mundo. Entonces, un buen día,
descubrían que la purificación de los metales había terminado por purificarlos
a ellos mismos.
El muchacho se acordó del Mercader de Cristales. Él le había dicho que
era buena idea limpiar los jarros para que ambos se liberasen también de los
malos pensamientos. Cada vez estaba más convencido de que la Alquimia
podría aprenderse en la vida cotidiana.
—Además —añadió el Inglés—, la Piedra Filosofal tiene una propiedad
fascinante: un pequeño fragmento de ella es capaz de transformar grandes
cantidades de metal en oro.
A partir de esta frase, el muchacho empezó a interesarse en la Alquimia.
Pensaba que, con un poco de paciencia, podría transformarlo todo en oro.
Leyó la vida de varias personas que lo habían conseguido: Helvetius, Elias,
Fulcanelli, Geber. Eran historias fascinantes: todos estaban viviendo hasta el
final su Leyenda Personal. Viajaban, encontraban sabios, hacían milagros
frente a los incrédulos, poseían la Piedra Filosofal y el Elixir de la Larga Vida.