Page 68 - Lucado. Max - Como Jesús_Neat
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Tal vez la pregunta no debería ser: «¿Por que Dios exige tal honradez?» sino más bien, «¿Por
            qué  toleramos  tal  falta  de  honradez?»  Nunca  Jeremías  fue  más  profeta  que  cuando  anunció:

            «Engañoso es el corazón más que todas las cosas» ( Jeremías 17.9 ). ¿Cómo explicamos nuestra

            falta  de  honradez?  ¿Qué  razones  aducimos  para  el  doblez  en  nuestra  lengua  y  promesas
            resbalosas? No necesitamos hacer una encuesta para encontrar la respuesta.

                Por un lado, no nos gusta la verdad . La mayoría de nosotros puede sentir compasión por el tipo

            que recibe una llamada de su esposa, justo cuando ella está a punto de embarcarse para regresar
            de Europa a su casa.


                -¿Cómo está mi gato? -preguntó ella.

                -Muerto.

                -Ay, cariño; no seas tan franco. ¿Por qué no me das las noticias poco a poco? Me has arruinado

            el viaje.

                -¿Qué quieres decir?

                -Podías haberme dicho que el gato se había subido al techo. Después, cuando te llame de París

            podías decirme que el gato estaba actuando en forma rara. Después, al llamarte desde Londres me

            podías decir que el gato estaba mal, y al llamarte desde Nueva York podías decirme que lo habías
            llevado al veterinario. Al llegar a casa, entonces me podrías decir que se había muerto.

                El  esposo  nunca  había  tenido  ni  idea  de  semejante  protocolo,  pero  estaba  dispuesto  a

            aprender.

                -Está bien -dijo-, lo haré mejor la próxima vez.


                -A propósito -dijo ella -, ¿cómo está mamá?

                Hubo un largo silencio, y entonces él hombre le dijo:

                -Ah… este… se ha subido al techo.

                El hecho escueto es que no nos gusta la verdad. Nuestro credo es: Y conoceréis la verdad, y la

            verdad te hará retorcerte en tu asiento . El hecho de que no nos guste la verdad empezó a los tres
            años cuando mamá entró a nuestro cuarto y preguntó: «¿Le pegaste a tu hermanito?» Allí mismo

            supimos que la honradez tiene consecuencias. Así que aprendimos a… bueno… no realmente a

            mentir… sino a tapar las cosas.







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