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José Manuel Bermúdez Siaba


          los soportales más antiguos (los que están por debajo del nivel de la carretera, y
          que alguno de ellos aún existe) hay una referencia pictórica del siglo XVIII que
          se conserva en un cuadro existente en el Palacio Real de Madrid. Este cuadro es
          obra del pintor Mariano Ramón Sánchez, a quién el rey Carlos III encargó una
          serie de vistas a los principales puertos de España.

            El artista realizó un total de 118 pinturas, de las que se conservan siete, entre
          ellas la de nuestra Villa, que ya era entonces puerto de reconocida importancia
          entre los principales de España. Ya En el siglo XVI el rey de Castilla, Juan II,
          estableciendo los puertos habilitados de las costas gallegas para la exportación e
          importación designó al de Muros entre los siete más emblemáticos. De aquellos
          tiempos, las casas de la calle del mar (la actual avenida de Castelao), se alzaban
          cimentadas sobre la arena y las piedras de la playa, tocando las embarcaciones
          de mayor tamaño los soportales con sus proas. Además, dichos pórticos servían
          de cobijo a las embarcaciones menores, que se protegían y reparaban bajo el
          resguardo de las viviendas superiores.

            De estos soportales quedan importantes muestras en la parte norte de la ave-
          nida Castelao. De irregular construcción, son vigorosos y guardan una notable
          belleza. Mención aparte merecen los existentes en las calles perpendiculares a la
          citada avenida, que se conformaban únicamente en la actual calle ancha, a la que
          desde siempre se conoció por ese nombre; a pesar de los cambios en su desig-
          nación a través de los tiempos. Esta calle estaba portalada en su lado izquierdo.
            En el acuerdo del Ayuntamiento que dio forma legal y reglamentaria a la
          construcción de los nuevos soportales, se marcaron las pautas que habían de se-
          guir las nuevas construcciones porticadas, acuerdo que, en aquel tiempo, demos-
          tró en los gobernantes una gran visión de futuro que se refleja claramente en la
          belleza y armonía de las actuales arcadas. Este acuerdo se adoptó motivado por
          la construcción de la carretera (1910-1914), que dejó bajo su plano a los sopor-
          tales más antiguos. En el acuerdo al que nos referimos se puede leer: «que cada
          casa dejará un soportal de tres metros de extensión superficial con inclusión
          de las columnas o pies de arco de 60 centímetros. La altura de los pisos sobre
          el pavimento de la calle será de cuatro metros con veinte centímetros». Por
          otra parte, se añadía: «Que los soportales que constituyen vía pública sean
          cedidos a los propietarios de las casas, así como a los que tengan dicho fren-
          te sin portal y que los soportales se consideren como vía pública, pero con
          la prohibición de tránsito rodado». Para finalizar se destacaba que: «se fija en
          una cantidad de cinco pesetas el metro cuadrado que adquieran los propie-
          tarios para edificaciones nuevas, aumentándose el primer año el cinco por
          ciento, el segundo año el diez y así sucesivamente».


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