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La huelga de mujeres como resignificación
del Día Internacional de la Mujer Trabajadora
María Fernanda Justo Hernández
Este 8 de marzo fue convocado por segundo año consecutivo el Paro Internacional de Mujeres (PIM)
que desató movilizaciones y protestas en más de 60 países, incluido México, y en cientos de ciudades
alrededor del mundo. Las consignas partieron de la denuncia a las violencias machistas y
feminicidas, e incorporaron el rechazo a las distintas formas en que se expresa la actual guerra
económica y militar contra los pueblos, contra la clase explotada y contra las y los oprimidos,
sectores donde se encuentra la inmensa mayoría de las mujeres. En el caso de nuestro país, la
oposición a la Ley de Seguridad Interior y a las reformas estructurales acompañaron el clamor por
la presentación con vida de las desaparecidas y por el alto a los feminicidios. El PIM forma parte de
un amplio proceso de reflexión, articulación y auge del movimiento feminista y de mujeres que, no
sin contradicciones y con características propias en cada geografía, se viene desarrollando en medio
de la imposición de las políticas neoliberales y de acumulación por despojo -despojo de recursos y
bienes comunes, del trabajo, los derechos y las conquistas sociales, de territorios e identidades, etc.-
, generando mayor precariedad y reforzando con esto las bases materiales de una opresión que
históricamente ha sido pilar de las sociedades divididas en clases. Al mismo tiempo, este contexto
ha provocado violentos cambios culturales que se reflejan en una acelerada descomposición social,
terreno fértil para el recrudecimiento y la proliferación de las agresiones que enfrentamos las
mujeres.
Marcha Mujeres 8m, Argentina
Pero este llamado a huelga nos recuerda también las combativas jornadas que dieron origen a
la conmemoración de esta fecha como día de lucha por la igualdad política, económica y social entre
hombres y mujeres; contra el trabajo precario y la explotación; porque se nos reconozca como
sujetos plenos y capaces de decidir por y sobre nosotras mismas; por la defensa de la vida ante un
régimen que sólo nos ofrece muerte. La reivindicación de la huelga recupera su origen obrero, de
combate y de profundo espíritu internacionalista para afirmar en un coro de voces creativas que las
violencias machistas y el capitalismo deben caer juntos, logrando sumar a la marea violeta a una
parte importante del sindicalismo y del movimiento social y popular, lo que ocurrió en nuestro país
con el respaldo que la Nueva Central de Trabajadores, la ANUEE y otras organizaciones dieron, para
comenzar a quebrar la indiferencia ante los problemas que enfrentamos quienes sostenemos la
mitad del cielo.