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Rafael Landerreche, el Bankilal
Luis Hernández Navarro
A Rafael Landerreche Gómez Morín sus compañeros del Centro de Derechos Humanos Fray
Bartolomé de las Casas lo consideran el Bankilal de Bankilal de quienes habitan la Casa de la
Memoria y la Esperanza. Bankilal en tzotzil, es el hermano mayor, el encargado de velar y
acompañar a las personas en su hogar.
Formado por jesuitas, sociólogo por vocación (se graduó en la UNAM con una tesis sobre las
relaciones entre la ciencia social y la ética), historiador por afición y “todólogo por necesidad”, fue,
hasta el final de su vida, una figura clave en la reinvención, difusión y práctica de la resistencia civil
pacífica en México y en la defensa de los derechos de los pueblos indígenas.
Rafael Landerreche distinguía entre la resistencia activa y la pasiva. Según él, la resistencia
pasiva es aquella en la que nada más se realiza el acto de aguantar, de soportar. No transforma nada
y termina provocando violencia. En cambio, la activa, nacida de la dignidad, es una no-violencia que
transforma las estructuras y las situaciones de injusticia. Es invencible.
A su manera, Landerreche fue un gandhiano radical. El pensamiento del dirigente de la
independencia de India constituyó, con mucho, una de sus principales guías para su actividad
política. Los planteamientos de Gandhi –escribió en diciembre de 2002– “resultan mucho más
afines a las aspiraciones y luchas del pueblo latinoamericano de lo que han sido las de Marx”. Más
aún –añadió–: “asumir los planteamientos de Gandhi implica una postura de crítica al capitalismo,
no menos sino más radical que la surgida del marxismo, pues aquél llega a la raíz misma, a los mitos
ocultos del mundo moderno que Marx no pudo denunciar porque de hecho también los compartió”.
Nieto de Manuel Gómez Morín e hijo de Rafael Landerreche, ambos fundadores del PAN, militó
por un tiempo en ese partido, fue su diputado federal suplente, participó activamente en las
jornadas contra el fraude electoral de 1986 en Chihuahua y junto a Manuel Clouthier se movilizó
por el respeto a la voluntad popular en los comicios de 1988. A partir de ese momento marcó su
raya con Acción Nacional.
En 1987, Pietro Ameglio fundó en México la sección de no-violencia activa de Serpaj (Servicio
Paz y Justicia), una asociación cristiana-ecuménica que busca la superación de la injusticia social,
inspirada en la lucha de Gandhi y de Martin Luther King, dirigida internacionalmente por el
argentino Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz 1980. Con él participaron Rafael
Landerreche, Javier Sicilia y Myriam Fracchia.
En 1991, Rafael acompañó a Andrés Manuel López Obrador en el Segundo Éxodo por la
Democracia, y, más adelante, previo a la realización de las elecciones para gobernador de la entidad
en 1994, impartió en Tabasco, como parte del Codehtab y de Serpaj, talleres de resistencia civil
pacífica. No tardaría en llevar a la práctica sus enseñanzas sobre la no violencia. Después de
documentar el escandaloso fraude en favor del priísta Roberto Madrazo y demostrar con cifras
cómo se manipuló el padrón electoral, puso el cuerpo por delante para tratar de evitar la entrada
del nuevo gobernador al Palacio de Gobierno. Pagó caro la osadía. Entre gases lacrimógenos y
piedras, un golpeador del grupo de choque madrazista le propinó un salvaje batazo por la espalda.
No quedó ahí la cosa, en 1997 fue apresado por tres horas, acusado falsamente de atropellar a una
persona, como represalia por su participación en la lucha de Vernet, Macuspana, en contra de
Pemex.
Poco después, ya en Chiapas, muy cerca del obispo Samuel Ruiz, Landerreche se integró al
Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas y colaboró con un proyecto educativo en
La Jornada, 10 de marzo de 2018
Twitter: @lhan55