Page 76 - revistab-suplemento
P. 76

Chenalhó, en el que participaron varios de los hijos de los asesinados en la masacre de Acteal del 22
           de diciembre de 1997. Desde entonces caminó inseparablemente junto a Las Abejas.

           Ante el estancamiento del proceso de paz en Chiapas consideró que era pertinente y valioso abrir
           la imaginación a nuevas formas de lucha no violenta. Desde su trinchera en Acteal promovió un
           fructífero diálogo entre el gandhismo y el zapatismo.

               Como educador popular, Rafael se alejó del paternalismo como si fuera la peste. Consciente de
           que  en  nombre  de  la  educación  y  el  desarrollo  se  despoja  a  los  de  abajo  (especialmente  a  los
           indígenas) de su riqueza, sostuvo que había que bajar de la Torre de Marfil e ir al pueblo no a
           enseñar sino a dialogar. La solución –decía– está con los de abajo, con su creatividad, solidaridad y
           generosidad.

               Acteal le dolía hasta lo más profundo del alma. La excarcelación de los asesinos materiales por
           parte de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y el que los responsables intelectuales del crimen,
           como el presidente Ernesto Zedillo, no fueran juzgados, lo indignaba. Una y otra vez lo denunció en
           las páginas de La Jornada (donde escribió a lo largo de muchos años) y en cuanto foro tuvo acceso.

               Para  él,  la  masacre  de  Acteal  fue  un  crimen  atroz  contra  mujeres  y  niños,  indígenas  que
           ayunaban y oraban por la paz, que estaban desarmados y que expresamente sostenían una postura
           no violenta. Fue un crimen de Estado, perpetrado no por negligencia u omisión, sino resultado de
           un plan contrainsurgente que pretendía burlar la Ley para el Diálogo, la Negociación y la Paz Digna
           en Chiapas, una de las pocas leyes en nuestra historia que fue claramente la  expresión de  una
           voluntad popular. Los asesinos de Acteal son  paramilitares: se  armaron como paramilitares, se
           entrenaron  como  paramilitares,  actuaron  según  una  lógica  paramilitar,  fueron  y  siguen  siendo
           protegidos como paramilitares.

               Con apenas 65 años, Rafael Landerreche, el Bankilal de Bankilal de quienes habitan la Casa de
           la Memoria y la Esperanza, se nos adelantó. Como señalan sus compañeros enseñó el significado de
           la entrega total y el acompañamiento a los pueblos. No es exageración: fue clave en el desarrollo y
           fomento de una cultura de la resistencia activa pacífica en los movimientos populares en México. Su
           modestia, sencillez y discreción, su decisión de caminar con los de abajo, hacen difícil calibrar con
           justeza el tamaño y alcance de su aportación. Aunque sea tarde, es hora de reconocérselo.
   71   72   73   74   75   76   77   78   79   80   81