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                                Trasnacionales y pueblos indígenas en lucha
                                                  Magdalena Gómez

           La ciudadanía en nuestro país vive tiempos de campaña, aun sin ser militantes de partido político
           alguno. La campaña a que refiero no es la de los mensajes o promesas que se expresan en discursos
           de escasos contrastes, o por conducto de redes sociales y medios masivos de comunicación, o la que
           simula atender la suspensión de propaganda gubernamental en torno a programas sociales. En
           suma, no es la que regula el Instituto Nacional Electoral.

               Esta campaña no se ostenta como tal y, claro, tiene reglas, las del capital trasnacional, y las aplica
           ciegamente mediante el Estado dominado y ocupado en que se ha convertido al proyecto emanado
           de una revolución, la de 1917. Toda una historia de avances y retrocesos, de luchas sociales, que
           aún no logran desmantelar ese auténtico poder metaconstitucional.

               Mantenemos, por supuesto, los tres poderes, y cada periodo, en el Legislativo y el Ejecutivo, se
           nombran a unos y saltan a otros, en la lógica de garantizar el gatopardismo. La semana anterior
           tuvimos  la  perla  de  las  evidencias,  que  por  respeto  al  zapatismo  me  resisto  a  llamar la  otra
           campaña, porque además se trata de la campaña, la real, la que verdaderamente nos afecta, seamos
           o no conscientes de ello.

               Se efectuó el Foro OCDE México 2018 que, “casualmente”, celebra cada seis años la Organización
           para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, como una guía, dijeron, de las mejores prácticas
           internacionales para el desarrollo de políticas de la nueva administración. Qué claridad de lenguaje,
           no hay lugar a equívocos. Presentaron la tercera edición de la serie Prioridades estratégicas para
           México (Getting it Right para México), en la que se reivindican en el origen de las iniciativas del
           gobierno federal validadas en el acuerdo denominado Pacto por México, firmado en 2013 por todos
           los partidos políticos. Al respecto afirmaron: “El reto de la inversión resulta crucial para el éxito de
           las políticas energéticas de México a mediano plazo. Sin la inversión necesaria, el sector energético
           no desencadenará su potencial para el crecimiento y la creación de empleos. Pemex ya afronta un
           desafío  hoy,  mientras  lucha  por  aumentar  las  inversiones  tan  sólo  para  mantener  sus  niveles
           actuales  de  producción  de  petróleo”.  Hoy  vinieron  a  reafirmar  que  las  reformas  resultaban
           prioritarias, y deben mantenerse y profundizarse. Sí lo son, en efecto, para las empresas que han
           sido favorecidas mediante concesiones para la exploración y explotación del petróleo, la minería a
           cielo abierto, gasoductos, de apertura y competencia en telecomunicaciones. La OCDE recomendó
           poner en práctica el sistema anticorrupción, el funcionamiento más expedito y transparente del
           sistema judicial, así como el combate a la inseguridad.

               Le dio tarea a los nuevos “administradores” del Estado, incluso sus voceros expresaron que es
           comprensible  que  quieran  introducir  matices  en  política  energética,  pero  de  ninguna  manera
           cambiar el rumbo ya trazado en la propia Constitución. En la misma línea tenemos las declaraciones
           cotidianas del gobierno federal en torno a la inevitabilidad de la continuidad, mientras apresuran
           el  otorgamiento  de  concesiones  en  materia  de  hidrocarburos,  cuestión  no  incluida  en  la  veda
           electoral. Ningún partido ha fijado postura categórica al respecto, pero sus candidatos tranquilizan
           al capital y los que se esperaban más radicales, ofrecen frágiles respuestas y dejan a sus operadores,
           las declaraciones en torno a que las concesiones ya fueron revisadas y están en orden.

               Pero  también  la  semana  pasada  se  escuchó  la  voz  de  la  llamada  sociedad  civil  ante  la
           Organización  de  las  Naciones  Unidas  (ONU)  en  la  reunión  celebrada  en  Ginebra,  Suiza,  ante  el
           Comité  de  Derechos  Económicos,  Sociales  y  Culturales.  Más  de  un  centenar  de  organizaciones
           presentaron  un  informe  alternativo  al  del  Estado  mexicano  sobre  el  conjunto  de  los  derechos
           económicos,  sociales,  culturales  y  ambientales  en  México.  Por  ejemplo,  documentaron  las
           violaciones en torno al derecho a la consulta previa, libre e informada a pueblos y comunidades


             La Jornada, 20 de marzo de 2018
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