Page 32 - Enamórate de ti
P. 32

Si alguien afirmara: “Mi pareja me elogia muy pocas veces, no suele darme gusto, no se preocupa

  por mi salud, me dedica poco tiempo y casi nunca me expresa afecto”, estaríamos de acuerdo en
  dudar de que exista realmente un sentimiento de amor. De manera similar, si nunca te refuerzas ni te
  premias  a  ti  mismo,  si  no  te  dedicas  tiempo,  si  no  te  expresas  afecto,  tu  autoestima  será  nula  o
  insuficiente. El amor propio, en principio, no debería ser muy distinto de querer a otros, al menos en

  su modus operandi básico.
        Si  somos  responsables  y  juiciosos,  y  planeamos  con  exactitud  rigurosa  los  compromisos
  asumidos, horarios de trabajo, presupuestos económicos y cosas por el estilo, ¿por qué no hacemos
  lo mismo a la hora de gestionar nuestros autorreforzamientos? Por ejemplo, ¿por qué el tiempo libre

  parece ser un efecto residual, algo que “sobra” después de las obligaciones y que muchas veces no
  sabemos ni qué hacer con él? Vamos a cien kilómetros por hora y no nos detenemos a descansar y a
  disfrutar del ocio de tanto en tanto, porque nos pasan por encima… ¿Dónde quedaron aquellos años
  de  infancia  y  juventud  en  que  “dejábamos  pasar  el  tiempo”  sin  miedo  ni  culpas?  ¡No  hay  lugar

  disponible en la agenda! Entre quienes viven para trabajar, el descanso se ha reducido a una función
  pasiva  de  recuperación  de  fuerzas.  Llegada  la  noche,  los  adictos  al  trabajo  no  duermen:  ¡se
  desmayan!
        Disponemos  de  tiempo  para  los  hijos,  la  pareja,  los  padres,  los  suegros,  los  vecinos,  los

  amigos, pero no se nos ocurre utilizar un rato libre en beneficio propio y ¡a solas! No nos interesa
  tanto generar salud mental como dinero. Muchos de mis pacientes se sienten culpables cuando logro
  convencerlos  de  que  se  sienten  bajo  un  árbol  sin  hacer  nada  en  concreto,  más  que  admirar  la
  naturaleza y jugar con la hierba. Ideas irracionales como: “Estoy perdiendo el tiempo” no tardan en

  aparecer. El silogismo es como sigue: “Si el tiempo es ‘oro’, estoy perdiendo dinero”. El miedo a
  caer en el ocio y la pereza ha desarrollado un patrón de conducta hiperactivo tan absurdo que no
  podemos  dejar  de  mostrarnos  “dinámicos”  y  “laboriosos”  a  toda  hora.  Conductas  como  pensar,
  soñar, fantasear, dormir, meditar o mirar por mirar son consideradas una forma de malgastar la vida

  o  simple  vagancia.  Los  que  piensan  de  este  modo  tendrán  serias  dificultades  para  amarase  a  sí
  mismos tranquilamente, ya que su pensamiento se centrará en que podrían estar haciendo algo “más
  productivo” que pasarla bien.
        Es  absurdo  que  el  propio  “yo”  ocupe  el  último  lugar  de  la  expresión  de  afecto  que  somos

  capaces de dar. Vivimos postergando las gratificaciones que merecemos y nos decimos: “Algún día
  lo voy a hacer”, pero ese día no suele llegar. “Mañana empiezo” + “Mañana empiezo” + “Mañana
  empiezo” = procrastinación. Un paciente que adoraba la música me decía que había comprado un
  saxofón para cuando se jubilara: “Tendré tiempo libre —decía— para interpretar lo que quiera”.

  Realmente me preocupé por el aplazamiento y le respondí que cuando estuviera viejo y jubilado era
  probable que no tuviera suficientes pulmones para soplar.
        Desde niños se nos inculca que el autocontrol y la postergación de lo placentero son de las
  características que nos diferencian de los animales menos desarrollados. Pero esto no debe tomarse

  como una premisa de vida o muerte: posponer los reforzadores puede ser una habilidad importante al
   27   28   29   30   31   32   33   34   35   36   37