Page 151 - Como mariposas a la luz
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Durmiendo con mí enemigo

                  Desde pequeños nos enseñan a evitar las culpas a esquivarlas como los malabaristas

                  a los cuchillos. Desde el hecho de caernos de muy pequeños….y que nuestro entorno,

                  en tono jocoso culpa a los zapatos al de darnos de cabeza en una mesa, y empezar
                  todos como poseídos a golpear a la mesa, haciéndola culpable de tan aciago episodio,

                  van marcando una vida de excusas orientada a evitar culpabilizarnos y por lo tanto

                  huir de toda responsabilidad. Lo cual no sería malo si no fuera porque si no somos

                  responsables no podemos aprender y por lo tanto, no podemos evitar volver a la
                  situación en que una mesa se abalance contra nuestras cabezas.



                  A eso en Coaching y Psicología se le llama… ¡Indefensión adquirida! Y tal como lo

                  aprendemos de pequeños lo vamos poniendo en práctica durante toda nuestra vida
                  y como no, en nuestra profesión no hacemos ninguna excepción, sino más bien lo

                  contrario… Y así, de vendedores encontraremos mil mesas a las que culpar de cada

                  fracaso. Y en un macabro juego de ruleta que suele conducir a la bancarrota usamos
                  diferentes números a los que culpar de nuestros fracasos,  y dependiendo de nuestra

                  “intuición” de expertos! Tiramos de un auténtico abanico de posibilidades, entre el

                  mercado,  los  productos,  los  clientes,  la  época,  la mala  gestión de  mi  empresa,
                  etc... Ello nos convence de que nosotros somos víctimas, simples espectadores que

                  no podemos evitar lo que pasa en lugar de ser actores y protagonistas. Buscamos

                  hacia fuera lo que muchas veces está dentro. Somos reactivos en lugar de proactivos.

                  Empezamos  a  ser  vendedores  cuando  empezamos  a  cuestionar  nuestro  principal
                  producto, nosotros.



                  Cuando en un alarde crítico de búsqueda de mejoras somos capaces de ver si elegí

                  el momento, el argumento, la preparación, o las técnicas necesarias para el cliente.
                  Ese  pequeño  paso  puede  significar  un  gran  cambio  para  el  futuro,  para  nuestro

                  futuro. Las grandes oportunidades, los grandes avances nacen muchas veces, en los

                  callejones sin salida. Entender que yo soy mi principal valedor y mi principal valor
                  hace que entienda que, solo mejorándome como producto, me hace fuerte frente a

                  las dificultades. Que quizás no pueda controlar al viento pero  puedo manejar las

                  velas, y  en definitiva muchas veces me repartirán malas cartas pero que el éxito
                  estará en como las juegue. Es muy posible que lo demás también tenga su parte de
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