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En Armenia, a uno de esos espacios,
por muchos años se le conoció como la
calle del mercado, luego del comercio,
pero en la nomenclatura actual se le
denomina: Avenida 9 de Septiembre.
El término avenida, en otras latitudes,
tiene mucho que ver con las vías de
transporte. Pero, ese no es el caso,
más bien su relación con ese nombre
se debe a lo ancho y alargado de esa
calle, comparada con otras del pueblo
donde es superior el flujo de gente que
la camina, debido a su movimiento LA CALLE AVENIDA 9 DE SEPTIEMBRE O LA
comercial. CALLE DEL MERCADO DE ARMENIA (1958)
Pero, ¿en qué fecha esa calle adquirió im por-
tancia en la ciudad?, la respuesta la po demos
encontrar en la crónica de Claudia Lars, cuando ver a Nana Yaca, una viejecita que se ganaba
narra: “Apenas recuerdo la plaza de mi pueblo la vida cargando los canastos de las locatarias
en su antigua función de mercado central, pues de la plaza.
cuando yo era muy pequeña tuvimos a un alcalde Todo el pueblo llamaba a esa calle: “la de
que decidió trasladar ventas y vendedoras a un las cocinas”. Cada vendedora de comida, sem-
feo edificio de adobe…”. braba cuatro postes con gancho y desplegaba
Claudia, en esas líneas nos plantea dos ele- su velacho por las mañanas, para proteger a los
mentos. Primero, cuando manifiesta que ella clientes del sol, al caer la tarde quitaban la pieza
“era muy pequeña”, de eso se desprende que el de manta de color blanco. Por las noches, con
traslado debe haberse producido en una fecha el retiro de la tela, la calle parecía un pequeño
bastante creíble (1909), al mismo tiempo, ubica bosque talado.
el lugar exacto del mercado, en lo que ahora se Por esa época, cerca de esas ventas y a la
conoce como avenida 9 de septiembre, donde par del galerón ya estaba asentada la casa de la
funcionó hasta finales de los cincuenta. familia Quiñónez. Don Antonio y Doña Cecilia
Por varias décadas fue la única despensa de adquirieron ese inmueble con la idea de poner
la población. El inmueble poco o nada cambió una farmacia. En ese tiempo la casa era bas-
durante todos esos años. Un galerón, con sus tante corriente. Con una ventana de levan-
tres entradas, de norte a sur y sus callecitas. tar, sostenida únicamente por una tabla que
Al fondo los puestos de carne, donde siempre hacía las veces de cuña, para poder apreciar su
estuvo el altar del Sagrado Corazón. Muy próx- interior, donde se divisaba un árbol de mango,
imo a ese sagrario, la zona de cereales y, en la llamado de “punta amarilla”. Doña Cecilia,
primera embocadura, las ventas de refresco de cuando había cosecha asomaba por la ventana
ensalada, servidos en “cuchumbitos” de morro. y los regalaba a los niños de las cocineras.
En la banda que lindaba con la calle convergían Algunas dueñas de cocina, especialmente
pequeños negocios de productos lácteos. las ubicadas en la entrada principal, vendían
A ese escenario, en los años cincuenta, se ropa que mantenían colgada, para atraer la
agregaban a lo largo de esa cuadra frente al mer- vista de los parroquianos. Al momento de
cado, las ventas de comida y verduras, con- comprar un pantalón sólo decían: “bájeme
tiguas al almacén de Maimo, (un inmigrante ese”. De ello derivó el siguiente comentario:
español) cuyo establecimiento rozaba con la “Mirá, este anda con un pantalón bájeme ese”.
farmacia del Dr. Napoleón Lazo y la zapatería de Según algunos quejosos de las prendas, no eran
Arturo Guzmán. En ese espacio, era frecuente muy bien cocidas, por el tipo de máquina que
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