Page 168 - Armenia2015final.indd
P. 168
la hamaca y mientras se cocinaba se dejaba un conseguir la firma dijeron que sólo sería en
minuto para mecer a la criatura. calidad de préstamo. Julia que no sabía mucho
La niña por momentos reclamaba atención, de cuestiones legales, no reparó que rubricaba
igual o más que las tareas en la cocina y soltaba en aquellos papeles la adopción de la pequeña.
el llanto sin parar. Según se levantaba el sol y Como era de esperar, Adilia ya no regresó.
el calor del fogón se ponía al rojo vivo en las Como madre, con el tiempo se fue confor-
hornillas; la criatura, envuelta en sus mantas, mando. Y así vio pasar los años, solo sabía de
se ahogaba y lloraba aún más. En ocasiones su hija por algunas cartas y fotos. En ellas la vio
la lucha por la sobrevivencia, no dejaba lugar crecer y hacerse una señorita. Adilia, luego de
para algunos “apapachos”, aunque el corazón 18 años, por aquello de querer conocer sus orí-
quisiera. genes y saber que tenía una verdadera madre,
Alberta Maimó, esposa del tendero Esteban, regresó a Armenia.
desde la puerta del negocio todos los días con- La chica, a su regreso, se movió con toda
templaba la misma escena. Contaba que por naturalidad. Ya no existía el mercado en la calle
cosas del destino “Dios no le había dado hijos”. donde permaneció antes, igual los horcones
Quizá esa situación hizo que posara sus ojos en y los velachos; aunque a veces, cuando pas-
esa niña. Así un día comenzó a “chinearla” y aba por ahí, se imaginaba en la hamaca. El
luego siguieron más días para aliviar el llanto. almacén donde la esposa de maimo, la crio y
La cocinera, al ver que lo hacía muy a la paseaba por los mostradores, durante sus
menudo, le dijo que sentía mucha pena de que primeros años, tampoco estaba. Un incendio
una mujer tan distinguida como ella, hiciera lo consumió todo, aunque para ella no todo.
eso. “No te preocupes, le dijo, envidio a todas Algo recordaba.
las madres y siento un gran amor por los niños”, Todavía veía a su madre adoptiva, cuando
mientras con mucha dulzura cargaba a la cria- la llamaba de la puerta principal del almacén.
tura en sus brazos. Ahora esa entrada sólo era un recuadro “cha-
No sólo eso, con gesto de bondad, acari- muscado” que desafiaba al tiempo, como un
ciaba a la pequeña, y prometió cuidarla, pero mudo recuerdo. Únicamente escuchaba que
en su casa del almacén. Julia, con las dos manos la gente del pueblo decía, ¡ah!, allí estuvo un
metidas en las bolsas del delantal, con su cara gran almacén, de un español que se llamaba
pequeña, la miró por un momento y le dijo, Esteban Maimo.
“yo no quiero molestarla, cuidar una niña por Convivió con su madre y sus diez hermanos y
la experiencia de mis otros 5 hijos, no es fácil”, como toda adolescente, hasta tuvo un novio, de
comentó. nombre Ramón Escobar. Hijo de Esteban Esco-
Pero Julia no vio con “malos ojos el gesto”, bar, el dueño del billar del pueblo. Pero, cuando
eso le permitía meterse más en la cocina. Nunca apenas se estaba adaptando, aparecieron de
hubiera podido pagar por el cuido de su hija. A nuevo los Maimó, su madre adoptiva por esa
partir de entonces, la hamaca ya no colgó de los época se encontraba mal de salud, pretexto de
postes y tampoco existió espacio para el llanto. más para convencer de nuevo a Julia y a Adilia.
La esposa del Español Esteban la bañaba, la Alberta con un llanto incontenible, ante la
vestía y se encariñaba con la Adilita. Y así fue mirada de su esposo Esteban, le suplicó que
creciendo. regresara, “me queda poco tiempo -dijo- y qui-
Los Maimo, en una ocasión, en que se iban de ero que estés siempre a mi lado, eres la única hija
viaje a España quisieron llevar a la niña, que ya que he conocido”. Julia entre una gran congoja
se había encariñado con ellos. En ese momento tuvo que desprenderse de nuevo de la pequeña,
comenzó la súplica. Querían que Julia se las esa vez fue para siempre. Nunca la volvió a ver.
prestara para el viaje. Desde luego para sacar A la hora de su muerte sus últimas palabras
a un niño del país se tenía que firmar papeles. fueron para ella.
El matrimonio Maimo, al principio, para Adilia se quedó a vivir en España, llena de
168