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acusadores vencidos desde un principio, sin muchas de las cosas que oímos y vimos no tenían
aportar nada, “eran como novatos”, asimismo sentido”.
subraya, “No podían sacar partido a los 17 tes- A pocos pasos de allí otro comentaba, “Puedo
tigos de cargo, presentes en la sala, parecerían comprender la violencia de una tempestad algo
muy fríos y abstraídos”. natural que no está hecho para dañar a nadie,
En el recinto se encontraban los testigos: pero la violencia, el salvajismo y la crueldad
Elio Farfán, Angelina Pacas y Enrique Valle que entre personas… algunos testigos de la defensa,
podían demostrar los cargos y fundamentarlos no consigo comprenderlo, juran ante el juez sobre
plenamente. Angelina Pacas, su vecina escuchó la sagrada Biblia y luego cometen pecado…”
el balazo. La Niña Mirita, en estado moribundo, En horas de la madrugada los habitantes de
con voz entrecortada, le dijo, “Angelina, Cortez Armenia todavía dormían ajenos a la mala noti-
Torres me disparó”. Se lo dijo tres veces. cia. Los buses se aparcaron frente al templo
Sin embargo, según se deslizaba el juicio, católico. Muchos de los pasajeros, subieron
los defensores daban estocada tras estocada. sus gradas y dieron de puntapiés al edificio.
Comandari, en su intervención, soslayó No cabía la menor duda de que su fe había sido
el análisis de las pruebas y para desviar la puesta a prueba. Está escrito, dijo alguien que
atención arrancó con un tema político. Y min- observaba la escena, “eso pasa cuando sufri-
imizó el caso a una rivalidad entre el Dr. y Cor- mos, todos sentimos la tentación de maldecir
tez, con pleitos de candidaturas de Alcalde. a Dios.”
Por momentos los ataques hacia González se Pero vendría algo más, Que si esto no fuera
volvieron más frontales y difamatorios. una tragedia, diríamos que faltaba agregar algo
Llegó la noche y en otra de sus interven- elegante. Cortez Torres luego de salir absuelto
ciones Salmán, se dirigió al Tribunal de con- regreso a Armenia y pasó con su vehículo por
ciencia, por cierto y de manera curiosa, dos de la misma calle donde cometió el crimen y
sus miembros apenas levantaban las pestañas saludó a Rubén Quiñónez, que estaba fuera
dominados por el sueño; pero, aun así, les de su almacén.
preguntó si verdaderamente creían que Tor- Con un semblante bonachón y “como quien
res tuvo toda la intención de matar a Edelmira no había roto un plato”, expresó: ¡Ya regrese!,
de González y alegó que tal situación no la ha mientras le extendida la mano. Antes del cri-
podido probar la fiscalía. men habían sido amigos. Rubén, con asombro
El juicio concluyó a las diez y once minutos y sin poder dar crédito a quien tenía enfrente,
de la noche. El tribunal de conciencia absolvió a con semblante molesto respondió: ¡No te puedo
Cortez Torres. El fallo causó el repudio de toda dar la mano porqué me la mancharía de sangre!,
la gente. Todos gritaban indignados frente al Y dio la vuelta.
Juzgado que “no era justo y pedían otro jurado”.
Pero, los hechos estaban consumados.
Además de los astutos abogados de la defensa,
según trascendió en los corrillos, el tribunal
de conciencia estaba comprado. Por esa época
esa era una costumbre generalizada; se podía
comprar a los mismos fiscales y hasta el juez.
Se escuchaba en medio de la frustración
comentarios de todo tipo, alguien decía:
“Después de lo que he visto no creo que pueda
confiar en nadie más. No es el crimen en sí,
sino la forma en que se produjo y las cosas que
llegamos a oír en el juicio. Estábamos ante un
tribunal aunque por su aspecto no lo parecía,
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