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Mientras Torres traspasaba la                                    Cortez no esperó más respues-
        puerta de la celda, pedía explica-                                  tas, levantó el arma y articuló:
        ciones a su antiguo subalterno,                                     -¡Pero está usted!- Antes de que
        con una mirada que lo cubría de                                     ella diera vuelta la atravesó con
        espanto. -¡Quiero saber quién                                       un balazo. González, inmediat-
        me metió aquí. Y quiero saberlo                                     amente fue por un arma, pero al
        ahora!  -.  Iraheta, muerto de                                      llegar donde estaba tendida su
        miedo con las llaves de la celda                                    esposa, ésta le dijo: “¡Déjalo, que
        balanceándose en su mano, total-                                    lo perdone Dios!”.
        mente intimidado afirmó: -Son                                         Las personas que presencia-
        órdenes del señor Alcalde-. Pen-                                    ron todo no pudieron hacer nada,
        saba en su pellejo.                                                 pues estaban bajo la mira de la
            Ese no fue el único error del                                   pistola. Torres salió huyendo en
        jefe policial, agregaría otro. Rafael   ENRIQUE                     línea recta por todo el barrio San
        antes de abandonar la Alcaldía, le                                  Juan, hasta llegar a la desembo-
        exigió la entrega de su arma. Sin       VALLE                       cadura de un barranco, donde
        más se la dio. No reparó ni por                                     desapareció.
        un momento con quién estaba                                           A la par de la farmacia estaba
        tratando, o lo ignoró de manera                                     la Oficina del Correo y su jefe
        deliberada. Dar un arma a un                                        Enrique Valle, al escuchar el
        ebrio y además agresivo, era como                                   disparo corrió hacia la farmacia,
        proponerle que matara a alguien.                                    franqueó una puertecita que daba

 PROTAGONISTAS. DOCTOR RAFAEL   No se sabe cómo su camioneta                detrás de un mostrador y vio a la
 GONZÁLEZ DRIOTIS (DERECHA) EN ESA   de color verde llegó al estacio-       niña Mirita tendida en el piso. Sin
 ÉPOCA ALCALDE DE ARMENIA Y ESPOSO   namiento de la Alcaldía. Pero,         salir del asombro preguntó qué
 DE LA VÍCTIMA, APARECE EN LA FOTO   una vez en libertad el borracho        había pasado; ella con una mirada
 RECIBIENDO LA VARA DE LA ALCALDÍA   la abordó y se dirigió a la farmacia   desorbitada se limitaba a decir:
 DE PARTE DE RAFAEL CORTEZ TORRES   en busca de González. La aparcó         -Cortez Torres me ha baleado-,
 (HECHOR) CUANDO SE REALIZÓ EL   unos doce metros antes, cargó el           mientras de su espalda empezaba
 TRASPASO DEL PODER MUNICIPAL   arma y caminó en dirección a la             a correr un hilo de sangre.
        botica.                                 EDELMIRA                       Angelina Pacas, en su casa
           Edelmira fue la primera en                                       frente a la farmacia, también
        divisar a Cortez que venía hacia        GONZÁLEZ                    escuchó el disparo. La Niña Mir-
        ellos con un arma en la mano.                                       ita, en estado moribundo, con
        El Dr. Estaba en su recetario, un                                   voz entrecortada, le dijo “¡Ange-
        mostrador grande donde prepa-                                       lina, Cortez Torres me disparó!”.
        raba sus medicamentos. Su esposa                                   Se lo repitió tres veces.
        alarmada y ya con un mal presentimiento,                 Ana María Guzmán, otra vecina y el esposo
        dijo:- Rafael ándate para dentro-. Sin quitar         González, la trasladaron a una clínica de Santa
        la mirada de la calle y con gesto de preocu-          Tecla. Pero, en la entrada de la sala de opera-
        pación, dirigiéndose nuevamente a su esposo,          ciones falleció. En un instante los sueños y
        le susurro, - Si te viene a buscar le voy a decir     la vida de una armeniense ejemplar se trun-
        que no estás-. En el local se encontraban catorce     caron. Tenía 17 años de casada y era madre de
        parroquianos que miraban preocupados como             los menores Rafael, de 16 años, Nidya, de 12 y
        el hombre se acercaba.                                Roberto, de 7 años de edad.
           Al asomar a la puerta, le gritó a la niña Mirita:     Para los niños también se sumaría otro pesar.
        -Señora, ¿está el Dr.? , ella sin dimensionar         Eran compañeros de estudio de los hijos del
        la tragedia, contestó. - No está, ha salido-.         hechor. Todas las mañanas compartían el


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