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Germán, desde luego, no era cualquier
        transeúnte o simple observador. Su hermano
        era uno de esos héroes. Ahora él observaba
        cómo el obelisco que representaba a dos ánge-
        les, para honrar sus memorias no era más que
        escombros regados por el atrio. Todavía hasta
        donde alcanzaba su vista, como peinando el
        suelo, esperaba encontrar algunos restos de los
        angelitos. Pero sólo encontró una alfombra de
        cemento esparcida.
            Armenia, en los años ochenta, vio pasar por
        la parroquia una sucesión de sacerdotes. No se
        sabe si estaban en sintonía, pero parecía misión
        de ellos terminar con el último metro cuadrado
        de zona verde del atrio. Una visión opuesta a la
        de otros colegas suyos, como Genaro Godoy.
           Fausto Cristales, el sacerdote
        nuevo (1982), un ex capellán del
        ejército, ya no encontraba que
        más seguir “embadurnando” de
        cemento, pero en su exploración
        divisó la esquinita derecha del
        atrio, donde estaba el monumento
        de los niños héroes.
            Como dueño y señor de la
        propiedad, se le ocurrió hacer una
        cancha deportiva en lugar del obe-
        lisco. Contrató mozos y les dijo:
        “Boten todo eso”. Una acción que
        vendría a confirmar una famosa
        frase: “El pasado no es pasado si
        no existe”.                                               GRAFICAS DEL INCENDIO EN
           Sin embargo, aunque se quiera evadirlo, el             EL INTERIOR DEL MESÓN SAN
        pasado existe. No se puede reprimir la historia           FRANCISCO ESCENARIO DEL
        para siempre. Y eso lo sabe por experiencia               SINIESTRO
        Germán y la generación de armenienses de esa
        época. Muy pocas veces una ciudad entera se
        vistió de luto, como ese cuatro de marzo de              Una versión sobre los sucesos giró en torno
        1960.                                                 a la amistad entre los niños Jacobo y Navas.
           Ese día amaneció como cualquier otro. Un sol       Esa mañana, como todos los días, ambos se
        radiante asomó por la cordillera montañosa, la        dirigían a la escuela, alegres con su bolsón lleno
        gente con rostros alegres y con ilusión fueron        de cuadernos y libros. Nunca imaginaron que
        a sus trabajos y labores domésticas, una alegre       el destino los desviaría de la ruta y los guiaría
        brisa y pájaros revoloteando y cantando. Total,       hasta ese lugar mortal donde les aguardaba el
        nada que chocara con ese hermoso día. Nada            sacrificio.
        que pronosticara el fin de dos niños.                     Mientras acortaban su camino a la escuela
           ¿Pero, qué pasó esa mañana y después de la         con su paso acelerado, uno de ellos divisó algo a
        tragedia?                                             lo lejos y dijo al otro: - ¡No ves que todo aquello



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