Page 99 - Cuentos para Triunfar
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-  O el carnicero – aseguró otro...

                      De  pronto  se  dieron  cuenta  que  la  vida  del  pueblo  continuaba  igual,  a
                  pesar de la ausencia del relojero.
                      Pero un día, se rompió el primer reloj. Era de un hombre que trabajaba en
                  el  ferrocarril.  En  principio  se  preocupó  un  poco,  pero  cuando  sintió  las
                  campanadas del reloj de la iglesia, entendió que se podría guiar por estas, para
                  manejar los tiempos.
                      Comenzaron  con  el  paso  del  tiempo,  a  romperse  algunos  relojes  que
                  fueron  a  para  en  ese  cajón  donde  se  guardan  las  cosas  que  se  terminan
                  perdiendo, porque nadie sabe donde las pusieron.
                      Muchos relojes se rompieron aquel año. Incluso el de este joven que lo
                  había recibido en herencia. Pero a pesar de ello, de adelantar algunas veces y
                  atrasar  otras,  el  joven  seguía  dándole  cuerda  todas  las  noches.  Corregía  las
                  agujas  con  el  sonido  del  campanario,  y  lo  dejaba  en  la  mesa  de  luz  para
                  recogerlo a la mañana siguiente y llevarlo consigo.
                      Una tarde, hubo una gran sorpresa para la tranquilidad de este pueblo: el
                  relojero volvía de la gran ciudad, dispuesto a quedarse a vivir en la villa. Fue
                  enorme la alegría de toda la gente.
                      Todos corrieron a buscar el reloj roto. Muchos no lo encontraron nunca
                  más.  El resto, rumbeó con la máquina hasta lo del relojero para que se los
                  arreglara. Así se formó una larga cola frente a la puerta.
                      Pero el relojero comenzó a destapar uno a uno los relojes, y para asombro
                  de los propietarios, ya no tenían arreglo. Los engranajes estaban oxidados y
                  los pernos rotos. A algunas piezas el herrumbre las había soldado.
                      Mucha  fue  la  desazón  de  las  personas  que  desfilaban  por  la  casa  del
                  relojero intentando revivir su viejo reloj. Todos los relojes dejaron de servir,
                  menos uno: el del muchacho que todas las noches, pacientemente lo ponía en
                  hora,  a  veces  atrasado;  a  veces  adelantado;  pero  que  nunca,  jamás,  había
                  dejado de darle cuerda y cuidarlo.
                      En  presencia  del  relojero,  este  lo  abrió;  le  enderezó  un  para  de  ejes, lo
                  limpió  y  lo lubricó un  poco;  y  el  reloj  continuó  funcionando  perfectamente
                  para siempre...


                      En  esta  historia,  el  reloj  es  Usted.  una  máquina  creada  por  un
                  maestro para el buen funcionamiento.
                      El  relojero,  es  El  Señor.  Y  la  cuerda,  son  las  oraciones  que
                  elevamos al Todopoderoso.
                      Es  necesario,  para  que  su  vida  sea  realmente  plena,  que  Usted
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