Page 22 - El Misterio de Salem's Lot
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¿puedo invitarte a tomar un helado o algo así? Yo estaba pensando en tomar uno.
               Por  tercera  vez,  Susan  observó  sus  ojos.  Después  su  sonrisa  iluminó  su  rostro
           cálidamente.

               —Sí, me encantaría. Los de la tienda de Spencer son fantásticos.
               Así fue como empezó todo.




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               —¿Es ésa la señorita Coogan?
               Ben  lo  preguntó  en  voz  baja  sin  dejar  de  mirar  a  la  mujer  alta  y  delgada  que
           llevaba un delantal de nailon rojo sobre su uniforme blanco. El cabello, con algunos

           reflejos azules, estaba marcado en una sucesión de ondas que parecían escalones.
               —La misma. Tiene una carretilla que lleva a la biblioteca todos los jueves por la

           noche. Hace reservas de libros a montones y vuelve loca a la señorita Starcher.
               Estaban sentados en los taburetes tapizados de cuero rojo del bar. Ben sorbía un
           helado de chocolate con soda y Susan uno de fresa. El local de Spencer también hacía
           las funciones de estación local de autobuses y desde donde ellos estaban se veía, más

           allá de una decrépita y anticuada arcada, la sala de espera, en la que un muchacho con
           uniforme azul de las Fuerzas Aéreas esperaba de pie con aire sombrío y la maleta

           colocada entre los pies.
               —No parece sentirse muy alegre, ¿verdad? —señaló Susan siguiendo la mirada
           de Ben.

               —Supongo  que  se  le  acabó  el  permiso  —conjeturó  él.  Y  pensó:  «Ahora  me
           preguntará si hice el servicio militar.»
               —Uno  de  estos  días  —dijo  ella  en  cambio—  tomaré  el  autobús  de  las  diez  y

           media y... adiós Salem's Lot. Tal vez me marche con un aspecto tan triste como el de
           este chico.
               —¿Adonde irás?

               —Supongo que a Nueva York. Quiero comprobar de una vez si puedo valerme
           sola.
               —Y aquí, ¿qué es lo que va mal?

               —¿En Solar? Oh, esto me encanta. Pero tengo problemas con mis padres, ¿sabes?
           Es como si estuvieran siempre leyendo por encima de mi hombro. Un fastidio. En
           realidad, no es un pueblo muy adecuado para una chica que quiere llegar a algo. Se

           encogió de hombros e inclinó la cabeza para sorber su pajita. Tenía el cuello tostado
           con los músculos bellamente dibujados. Llevaba una camisa estampada, de colores,
           que dejaba adivinar una hermosa figura.

               —¿Y qué clase de trabajo buscarías? —preguntó Ben.




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