Page 23 - El Misterio de Salem's Lot
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La chica se encogió de hombros otra vez.
               —Tengo una licenciatura en artes por la Universidad de Boston que, en realidad,
           tiene  menos  valor  que  el  diploma  que  me  dieron  para  certificar  mi  graduación.

           Apenas sirve para situarme en la categoría de los idiotas educados. Ni siquiera me
           prepararon para decorar una oficina. Algunas de las chicas que fueron conmigo a la
           escuela secundaria ocupan ahora estupendos puestos de secretaria, pero yo nunca fui

           capaz de escribir a máquina más de treinta pulsaciones por minuto.
               —¿Qué posibilidades tienes?
               —Bueno...  tal  vez  una  editorial  —respondió  ella  con  vaguedad—.  O  alguna

           revista..., publicidad, no sé. Son lugares donde siempre puede haber algo para una
           persona que sabe dibujar. Y yo sé hacerlo; tengo una carpeta.
               —¿Tienes alguna oferta? —preguntó suavemente Ben.

               —No, eso no. Pero...
               —A  Nueva  York  no  se  puede  ir  sin  tener  ofertas.  Créeme.  No  harías  más  que

           gastar zapatos...
               —Supongo que sabes lo que dices —sonrió Susan con inquietud.
               —¿Has vendido algo en esta zona?
               De pronto, ella se rió.

               —Oh,  sí.  La  venta  más  importante  que  he  hecho  hasta  hoy  fue  a  la  Cinex
           Corporation. Abrieron una sala cinematográfica nueva en Portland y me compraron

           doce cuadros para colgar en la entrada. Cobré setecientos dólares y con eso pagué la
           entrada de mi coche.
               —Deberías pasar una semana en un hotel de Nueva York —le aconsejó Ben—,
           para  visitar  todas  tas  revistas  y  editoriales  posibles  con  tu  carpeta.  Pero  procura

           concertar  las  entrevistas  con  seis  meses  de  antelación  para  que  los  editores  y  los
           encargados de personal no tengan cubierta su agenda. Y por Dios, no vayas a una

           gran ciudad simplemente a probar suerte.
               —¿Y qué hay de ti? —preguntó Susan mientras dejaba la pajita para empezar a
           comer el helado con la cuchara—. ¿Qué estás haciendo en la próspera comunidad de
           Jerusalem's Lot, Maine, población de 1.300 habitantes?

               —Trato de escribir una novela —respondió Ben encogiéndose de hombros.
               Al instante, la emoción iluminó el rostro de Susan.

               —¿Aquí, en Solar? ¿Una novela sobre qué? ¿Por qué en este pueblo? ¿Estás,..?
               Ben la miró con seriedad y dijo:
               —Se te está cayendo el helado.

               —Disculpa. —Con una servilleta enjugó la base de su vaso—. No pretendía ser
           curiosa. En general, no soy entremetida.
               —No es necesario que te disculpes —la tranquilizó Ben—. A todos los escritores

           les  gusta  hablar  de  sus  libros.  A  veces,  cuando  estoy  en  la  cama,  imagino  una




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