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UNA AVENTURA LLAMADA INTERNADO
Después de cinco años de largas jornadas de estudios, en muchas
ocasiones sin dormir, con alimentación a diferentes horas, sacrificando
fechas y eventos familiares importantes, se acercaba el gran día: elec-
ción de plazas para el internado. La ansiedad, el insomnio y sobretodo
la tristeza, acompañaban su llegada, dado que sería inevitable el distan-
ciamiento, tanto del hogar, como de los amigos y la vida acostumbrada.
Habrá quienes se esforzaron toda la carrera para conseguir las mejores
calificaciones y así ser los primeros en elegir dichas plazas, que muy
seguramente son las más cercanas al domicilio; sin embargo, mi caso fue
distinto en cuanto a la elegibilidad del lugar. Esta es mi historia.
Si bien quedé entre las seis mejores alumnas para escoger la plaza,
no elegí la más cercana a casa. La decisión correspondió a la búsqueda
de nuevos horizontes fuera de la provincia para forjar mi propio camino,
lejos de la zona de confort de veinticuatro años, gracias a mis padres
y su esfuerzo. Hoy, mayo de 2020, un año después de aquello, no me
arrepiento de haberlo decidido así. ¿Por qué? La respuesta no sonará tan
convincente al principio, pero al final quedará clara.
El contexto marcó que fuimos seis internos para todo un hospital
de segundo nivel tipo C, asignando, respectivamente, un área por cada
interno. El antecedente marcaba que, en el mismo lugar, la promoción
previa estuvo conformada por el doble de internos que la nuestra, doce.
Éramos tres para cada rotación, lo que nos hizo pensar, en la generalidad,
que no lo lograríamos y que la realidad cotidiana nos superaría. Con el
transcurrir de los días, el equipo comprendió que la adaptación era la
clave, de la mano del talento de cada uno de los que lo conformamos. Sí
los seis elegidos cumplimos con todas las tareas que se nos ordenó, por
lo que el equipo se expandió junto a los médicos tratantes, residentes y
posgradistas. Absoluta sinergia en acción.
Eso no fue todo. Desde otra perspectiva, fuera de la medicina, apenas
iniciado el internado, el gobierno buscó reducir el estipendio que reci-
bimos los internos en doscientos dólares, decisión que incluía a la gente
involucrada en nutrición, enfermería y obstetricia; entonces, inició la
lucha general por nuestros derechos laborales en contra de las máximas
autoridades estatales. Para el efecto, se formaron asociaciones de repre-
sentantes de internos en cada hospital, y yo era parte de la directiva de la
del centro de salud, con el fin de conseguir la derogatoria de la medida. Al
igual que yo, varios salieron de sus hogares a cumplir con las actividades
de la formación médica, amparados en dicha remuneración, la misma que
se destinó al pago de alimentación, alquiler, servicios básicos, etc., dentro
del escenario que a los internos también nos correspondía, además de
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