Page 164 - COLECCION HERNAN RIVERA MAS DOS CUENTOS
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La locomotora avanza humeante, férrea,
fragorosa, por el desierto más triste del mundo.
Piedra a piedra, cerro a cerro, quebrada a
quebrada, bufando como una mula sedienta,
avanza negra la locomotora (sólo su gran
campana de bronce brilla sonámbula bajo el sol
de mediodía). Traqueteando una dura letanía
interminable, ruega que ruega rogando, van los
coches polvorientos para que el calor no le
evapore el ánimo a la locomotora, para que los
espejismos azules anegando los rieles de acero a
lo lejos no la engañen con sus lagunas de mentira
y, muerta de sed, no se quede como una bestia
reventada en medio de esas soledades infinitas en
donde, a su paso, ninguna vaca lenta vuelve la
cabeza para mirarla, ningún labriego endereza su
torso de ángel doblado para hacerle señas y el
óleo de ninguna lluvia inefable unge el arestín de
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