Page 168 - COLECCION HERNAN RIVERA MAS DOS CUENTOS
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ensimismamiento,  en  sus  ojos  color  de  agua

               vuelven  a  reflejarse  turbiamente  esas  planicies

               adustas. Aunque había pasado una punta de años,


               él  siempre  estuvo  consciente  de  que  en  esta

               travesía de regreso a la pampa se iba a encontrar

               de  nuevo  con  el  recuerdo  quemante  de  aquella


               mujer lejana. Sin embargo, nunca pensó que fuera

               a  suceder  de  manera  tan  violenta.  Y  es  que  era

               realmente  asombroso  que  la  pitonisa  de  los

               pechos  grandes  se  pareciera  tanto  a  Uberlinda


               Linares.  En  verdad,  la  madame  era  como  la

               reencarnación  perfecta  de  aquella  mujer  por  la

               que  un  día  él  se  había  espichado  de  amor.

               Aunque              más          rellenita           de        humanidad,                  la


               quiromántica  era  trigueña,  igual  que  Uberlinda

               Linares, tenía la misma sonrisa, los mismos labios

               acorazonados y los mismos ojos misteriosos; esos


               ojos  que  él  nunca  había  sabido  definir  bien.

               Nunca hasta ahora. Porque ahora sí, tras conocer

               a  la  madame,  lo  sabía  claramente:  Uberlinda

               Linares tenía ojos de adivina.








                      Al  atardecer  del  día  anterior,  luego  de  toda






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