Page 6 - COLECCION HERNAN RIVERA MAS DOS CUENTOS
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En una playa del océano Pacífico, tan lejos del mar de

               Galilea, tocado por la luz del amanecer, con el agua hasta

               las  canillas,  flaquísimo,  pajarístico  en  su  ademán  —las

               manos abiertas y las mangas de su polera flameando como

               alas  rotas—,  el  muy  desharrapado  Cristo  Pérez  está

               tratando de emular el milagro evangélico de caminar sobre

               las aguas.

                     Como  por  la  noche  hubo  bronca  policial  contra  los

               hippies,  Brando  Taberna  y  Cristo  Pérez,  esta  vez  en

               compañía  de  Jerónima  Monroe,  decidieron  dormir  en  su

               escondite  de  emergencia:  una  boya  varada  en  la  playa

               Chinchorros. Una boya semejante a un enorme trompo de

               fierro,  llena  en  sus  tres  cuartas  partes  de  arena  y  con  un

               agujero en la zona alta —a casi tres metros del suelo— del

               tamaño  de  un  ojo  de  buey,  por  donde  se  introducen

               trepando por un tablón que luego jalan y guardan.

                     Dentro  mantienen  un  cabo  de  vela,  una  cajita  de

               fósforos y algunas revistas, y el calor es tan agobiante que,

               por lo mismo, sólo la usan en casos de verdadera urgencia.

               Si  no  encienden  la  vela  y  mantienen  la  radio  a  pilas





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