Page 8 - COLECCION HERNAN RIVERA MAS DOS CUENTOS
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oído. Brando Taberna, divertido, le respondió, también al
               oído,  que  no  creía  que  su  amigo  fuera  a  aceptar  tan


               pecadora proposición. Ella, muy segura de sí misma, dijo
               que eso habría que verlo.


                     —Prueba  cantándole  el  «Happy  birthday,  mister
               president» —dijo irónico.


                     Al primer avance de la gorda libidinosa, Cristo Pérez,
               quien  lo  estaba  oyendo  todo,  se  enderezó  enfurecido


               diciendo  que  se  fueran  los  dos  al  demonio,  que  él  no
               necesitaba que ninguna ramera pervertida le viniera a hacer


               el  favor.  Acto  seguido,  mascullando  algunos  versículos
               bíblicos  que  rezaban  sobre  la  fornicación  y  la  lujuria,


               enrolló una frazada bajo el brazo y, sin bajar el tablón ni
               nada, saltó los tres metros que lo separaban del suelo para


               echarse a dormir en la playa.
                     —¡Preferible caer preso a seguir oyendo los jadeos de


               esta bestia concupiscente! —dijo antes de saltar a tierra.
                     Al amanecer, cuando Brando Taberna se asoma por la


               rotura de la boya para cerciorarse de que a su amigo no se
               lo ha llevado la Comisión Civil, lo que ve lo llena de una


               ternura indescriptible. A la luz cromada del amanecer, bajo
               un  cielo  abroquelado  de  nubecillas  blancas,  en  un  mar


               mecido  dulcemente  por  la  brisa,  Cristo  Pérez  está
               intentando caminar sobre las aguas.


                     —¡El  flaco  se  está  yendo  en  la  volada!  —se  dice
               consternado.


                     Pero,  de  pronto,  mientras  lo  observa  curioso  y



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