Page 43 - Visiones de Alejandria | 3ra edicion | Editorial HL 2019
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Editorial HL | Literatura Moderna
Recuerdo que de noche, cuando todo era cubierto por la ceguera… se dejaban ver
algunos fuegos fatuos que tenían colores y movimientos hipnóticos, muy buenos para
la meditación.
Sin embargo, debo decir que esto no comienza así, sino más bien en la parte central
del cementerio de Rockhills, más o menos en la parte donde se hallaban las tumbas
medianamente cuidadas, para ser preciso, hablo de las tumbas en forma de casa, ya
saben, esas clásicas con sus jardineras laterales vacías y perfectas para sentarse.
Exactamente ahí, en esa parte del cementerio es donde comienza nuestra historia.
Porque ahí, a lo lejos, aproximadamente entre los años 1700 a 1705, se podía ver una
luz ámbar, exactamente todas las noches de sábado, en medio de la penumbra, se
podía ver la única luz en un radio de dos leguas plagadas de las tumbas de más de ocho
generaciones de todas las clases, si, justo ahí se veía (y ahora veo en mi mente), la luz
ámbar de aura verdosa que representaba el punto de reunión de la sociedad,
totalmente brillante y constante como un punto cálido, mi amigo lector, así es, justo
bajo esa luz en aquellos años podrías ver a seis (quizá 7) figuras pasando el rato entre
camaradas. Te hablo de la sociedad, pero no la de los vampiros tercos, sino la sociedad
sin nombre, ya sabes, esa que nunca pensó en tener uno porque nunca lo necesito,
claro, hablando literalmente y todos los sentidos, incluyendo la midrash.
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