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LA IGLESIA PUEBLO DE DIOS
La Iglesia Pueblo de Dios es una categoría tomada del documento
Conciliar Lumen Gentium .
El término pueblo de Dios es una categoría bíblica escogido por el
Concilio Vaticano II para Designar a la iglesia y a los fieles cristianos;
el cambio que aparece en este contexto es el de una iglesia que se
miraba a sí misma -jerárquica y dogmas - a una iglesia que pone su
mirada en los fieles: pueblo de Dios.
La reflexión sobre el pueblo que hace la teología argentina postcon-
ciliar expresa que los pueblos están efectivamente conectados por
causas muy variadas, comunes y multiformes, de esa realidad se asu-
me el término de cultura como un estilo de vida común y se aplica a la
realidad de pueblo; este grupo humano está unido no sólo por cultura,
sino también por territorio, aplicándolo también a la realidad de nación.
Este concepto de pueblo cultura y nación es referenciado y aplicado
especialmente al pueblo pobre y excluido. La teología Argentina lleva
este término a la conferencia de Medellín y Puebla, en esta última se
hace una opción preferencial por los pobres. El Papa Benedicto XVI
al comenzar la conferencia de Aparecida expresa que la opción por el
pobre pertenece a la esencia del Evangelio.
EL ALMA DEL PUEBLO
Durante la visita que hizo el Papa Francisco a los países latinoame-
ricanos se hizo una pregunta, este pueblo tiene algo raro. Qué es lo
raro que tiene este pueblo, “Todo esto de riqueza que tienen ustedes,
de riqueza espiritual, de piedad, de profundidad, de valentía... incluye
todo aquello que da cohesión a un pueblo: metas comunes, valores
compartidos, ideales que ayudan a levantar la mirada, más allá de los
horizontes particulares”.
Esto es el alma, la fe y la cultura de un pueblo. El pueblo es el lugar
donde la iglesia desarrolla su misión, pero no como objeto sino como
sujeto, protagonista de su propia historia, la Iglesia se debe al pueblo y
no a la inversa El alma del pueblo se manifiesta a través de la cotidia-
nidad en sus luchas, sueños, sus gozos y esperanzas, angustias y do-
lores y esta cotidianidad ha de ser reconocida y asumida por la iglesia.
El pueblo tiene “alma, cultura y fe”, y una dignidad y sabiduría profun-
das, que son la clave hermenéutica para comprender la realidad. El