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Richard Coleman
¿Y recordás el momento de descubrir la sensación del audio en el
cuerpo?
Creo que hay dos momentos parecidos a eso. Uno fue a los 11 años más o
menos, en 1974. Mi tío me pasó unos auriculares conectado a un Audinac
510, que era el equipo que había que tener en ese momento. Los auriculares
eran objetos de lujo, no era habitual tener auriculares. Y me puso el álbum
marrón de los Carpenters. Así descubrí el audio. Fue un viaje inolvidable y
al día de hoy me acuerdo de aquella sensación y el recorrido de ese álbum.
Cómo descubrí el estéreo, cómo salían los instrumentos de diferentes lugares
del espacio, la reverberancia y la voz de Karen que era increíble. Descubrí
que la música era algo más que las canciones. Ese audio me conmovió, lo
entendí como una herramienta expresiva y es algo que me acompaña hasta
hoy. Creo en el audio como algo que le hace bien a la gente, el buen audio
te hace bien. Mi tío era folklorista, tenía su guitarra y su ritual para tocar, y
algunas veces ensayaba con su grupo en la casa de mi abuela. Fue un gran
estímulo para mi presenciar todo eso. Pero el tema es que mi tío fallece
sorpresivamente y muy joven y mi abuela, que vivía con él en Laboulaye,
me legó su guitarra. Y el otro momento decisivo fue cuando descubrí la
guitarra eléctrica. La vi en una vidriera y me fascinó con sus perillas y sus
micrófonos.
Ahí empieza otro viaje…
Claro, de a poco me fui metiendo en el sonido. Me gustaban las guitarras que
no sonaban como guitarras: Robert Fripp, Steve Hackett. Empecé a escuchar
seriamente con el rock sinfónico y quizás por eso el trabajo en estudio es tan
importante para mí. O sea, es importante componer una buena canción pero