Page 79 - Resiliente
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Diez días encerrado en un hueco era algo que solamente hacia

                   alguien que realmente quisiera vivir, me gire y saque un rollo
                   de hilo que tenía Mauro y Máximo agarro cacerolas, las amarramos

                   bien de manera que formarán una especie de colgadero, y pusimos
                   las ollas allí, supongo que los Revividos y los Histéricos no

                   sabrán discriminar su entorno, pero igual escondimos bien de
                   la vista simple las ollas, si alguien pasaba sobre el hilo,

                   las haría caer y nosotros nos enteraríamos para responder
                   con extremas represalias...



                   Volvimos al apartamento, mi corazón aún estaba latiendo a

                   millones en aquellos momentos, aun estando aquí en la seguridad
                   de la San Andrés lo siento, Mauro recuperándose, Laura pade-

                   ciendo septicemia y Máximo con aquellos ataques de terquedad
                   era lo que faltaba para coronar el momento.



                   Tengo que hablar con Mauro sobre todo lo que ha pasado, tengo

                   que investigar la procedencia de todo este virus para quedar-
                   me tranquilo, sé que yo, médico cirujano, no voy a descubrir

                   una cura, pero escribo esta bitácora simplemente para hacer que
                   mi lector tenga un chance, darle toda la información posible,

                   alentarte a que sobrevivas...



                   Pase gran parte de la noche en vela, pero debido a las muchas
                   insistencias de Máximo en que el vigilaría por un rato termine

                   acostándome boca arriba mirando el techo de Mauro que era
                   blanco y escuchando con oído agudo si las ollas apenas

                   se mecían por el menor movimiento, por el ventanal principal
                   de Mauro se coronaba la Luna plateada y grande frente a noso-

                   tros, y lejos de eso, cientos de gemidos sepulcrales coronando
                   una horrible noche, donde la realidad aun intentando apartarla

                   se hacía sentir por mas espantosa que fuera.



                   Repentinamente Máximo se levantó, él tenía en sus manos la
                   pistola de nueve milímetros que tome de la armería aquel día

                   y la sostenía con fuerza, su cara que era jovial estaba desfi-
                   gurada por una preocupación latente.




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