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EL VACÍO
               El vacío no existe. Más que nunca en este siglo se está comprobando. El aire está lleno
            de  átomos  y  de  partículas  de  polvo.  El  átomo  es  mitad  espíritu  y  mitad  materia.  Materia
            porque es el comienzo de ésta. Espíritu porque es invisible y es energía. El átomo está al
            borde de la división entre materia y espíritu.
               La Naturaleza no soporta el vacío. Deja un potecito de tierra desatendido y olvidado, al
            poco ha brotado en él una espiguita verde. Lo mismo ocurre con un recipiente de agua. No
            tardará en mostrar minúsculas larvas de vida en agitado movimiento.
                La Naturaleza tampoco soporta el desperdicio, todo está en proceso de convertirse en algo útil; todo sirve
            para algo y para alguien y todo tiene su sitio propio y exacto.
               Todo  ser  humano  viene  a  la  Tierra  con  lugar  ya  dispuesto  para  él;  con  una  labor  que
            realizar,  equipado  con  un  talento  especial  que  lo  dispone  al  trabajo  y  al  puesto  que  le
            pertenece.
               Así como cada huella digital es única en el mundo y en toda la Historia de la Tierra, cada
            individuo  es  único;  su  puesto,  sitio  o  lugar  es  únicamente  para  él;  nadie  más  puede
            desempeñar  la  labor  como  él.  Si  el  sitio  que  le  corresponde  está  momentáneamente
            ocupado  por  otro,  los  dos  individuos  se  sentirán  defraudados,  incómodos  y  estarán
            haciendo mal lo que están desempeñando en el momento.
               La labor que nos corresponde a cada uno, sea en el Comercio, en las Artes, en las Letras,
            en la Religión, en el Gobierno o en la Agricultura, es muy fácil determinarla; cada uno está
            capacitado  para  conocer  su  lugar  único.  Está  en  aquello  que  más  le  gusta  hacer  en  el
            mundo. Aquello que no parece trabajo, que cuando uno lo está haciendo se olvida de todo y
            considerará absurdo que le pagarán por hacerlo cuando se está divirtiendo tanto. Está de
            acuerdo con la Segunda Ley de la Creación, o sea. El Principio de Correspondencia.
               Si eres un desajustado, busca en ti lo único que te gusta hacer, declara que tu lugar te
            está esperando, reúnete con personas de tu misma afinidad, dirígete hacia el lugar que más
            te guste, y pide luz a tu Ser Divino para que te indique dónde debes encontrarlo.
               Lo  mismo  debes  hacer  cuando  veas  a  alguien  sin  trabajo  o  sin  propósito  en  la  vida.
            Declara la Verdad por él. El desempleo es un concepto errado. La inarmonía es producto
            del  desajuste.  El  vacío  no  existe,  el  desorden  no  existe,  ni  el  desperdicio.  Este  es  un
            universo basado en el orden y la armonía entre todas sus partes.
              Cuando hace falta algo; desde un tornillo hasta un marido; desde un cuchillo hasta una
            suma  de  dinero;  desde  un  lugar  para  estacionar  el  carro  hasta  una  cocinera  buena  y
            honrada, lo que sea, declara la verdad: "La Naturaleza detesta el vacío, el desajuste y la
            inarmonía". Verás aparecer el complemento de alguna manera. A alguien le falta lo que a ti
            te sobra. A alguien le sobra lo que a ti le hace falta. La Oferta y la Demanda es la parte de
            la Cuarta Ley de la Creación, que es el Principio del Ritmo.
              Un  joven  me  consultó  en  este  mismo  sentido.  Perdía  todas  las  colocaciones  y  se
            encontraba desajustado en todas partes. "No sirvo para nada. Todo lo hago mal", me dijo.
              —¿Qué es lo que más te gusta hacer? —le pregunté.
              —Nada —me contestó—. Me gusta no hacer nada.
              —¿Y por qué pierdes todas las colocaciones?
              —Porque  me  aburren  y  me  pongo  a  conversar  con  mis  compañeros  de  trabajo,  los
            distraigo y pierden el tiempo de la Empresa.
              —Entonces, tus compañeros de trabajo encuentran que lo que les conversas vale la pena
            escucharlo?
               —Bueno... Sí. Ellos también se olvidan del tiempo y del trabajo y...
              —Bien, no busquemos más —interrumpí—. Si lo que tú hablas, o la manera de exponerlo
            ejerce tal magnetismo, estás mandado a hacer un puesto en Relaciones Públicas. Búscalo
            hasta que lo encuentres. Te está esperando.


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