Page 199 - Biografia
P. 199
Jorge Humberto Barahona González
Levante los ojos al cielo, suplicando al todo poderoso que me ayudara, y eso fue de
inmediato, me dijo: “Busque a Efraín, su amigo de Coca-Cola, en el barrio Simón
Bolívar”, las fuerzas oscuras, la mano negra, quedaron mamando, y dije yo para mis
adentros, “Otra que te debo señor, gracias”. Busqué y encontré a mi amigo de hace mu-
chos años atrás, Efraín Aguilar, una persona bondadosa, generosa, tenía su imperio de
Coca-Cola, casa, deposito, garaje y taller, para sus cuatro camiones distribuidores de
gaseosa a tiendas, almacenes, etc. Lo encontré de 84 años, un anciano con una salud
envidiable, cabello totalmente blanco, muy corto de vista, oía poco, pero con una gran
riqueza, su jovialidad y lealtad conmigo, intactas, como cuando ambos trabajábamos
en Coca-Cola.
Me acepto de inmediato, pero solo, sin mis pertenencias, aunque eran pocas, tampo-
co podía llevarlas a donde mi hermana, gracias a esa “sabia” decisión que ella tomo, de
preferir al amor de su vida (un aparecido), que a su hermano de sangre, pero recuerdan
a Raúl Acosta, mi ángel, quien me había hecho el trasteo anteriormente, cuando se
enteró de mi situación, que para mí era complicada, inmediatamente me dijo: “Jorgito,
tranquilo, yo me llevo sus pertenencias para mi casa, no le puedo dar posada por-
que no hay espacio, pero no se preocupe, que después arreglamos el bodegaje
cuando se ubique nuevamente”.
Gracias a este gesto, podía respirar y actuar más tranquilo, entonces, en mi maletín
verde, marca “Benetton”, que todavía lo tengo, empaque: 3 camisas, una pijama, unas
chanclas (que me toco botarlas porque me dio pecueca), utensilios de aseo, 3 calzon-
cillos “bóxer”, porque déjenme decirles, que por fin pase de los pantaloncillos de las
abuelas, conocidos como estilo “carioca”, a la nueva era del más ajustado, modernos
colores y que se puede “chicanear” (el que lo entendió lo entendió) y les cuento que
estoy amañado. Pero en fin, donde quedamos en esta apasionante historia…? Ahh…
ya se… pero antes, vamos a comerciales. Que tal una aguadepanela con almojábana
o que tal un ron Santafe…? Ahh…! Que ricooo…! Salud, coloque el separador en la
página donde va, descanse y saboree.
Bueno, bienvenido nuevamente que esto se puso bueno, habíamos quedado en que
busqué y encontré a Efraín Aguilar, le pedí posada en su casa mientras se reanudaba
el trabajo y me estabilizaba económicamente, para poder pagar la noche a $18.000,
en un hotel en el 7 de agosto, como lo hice más adelante, pero eso es harina de otro
costal, es decir, otra novela.
Efraín me dijo que sí, pero que había algunos inconvenientes, resulta que su
hijo mayor Manuel, la nuera Mariela (quien le había quitado parte de la casa, por-
que había demandado a Manuel), los dos nietos y la otra hija, le habían pedi-
do que les diera la firma para llevarlo a un ancianato. Efraín me dijo: “Le digo una
cosa Jorgito, yo prefiero morirme aquí en mi casa, que dejarme encerrar en un
ancianato”. Él me contó todo esto, para prepararme para lo que me esperaba.
199