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RASSINIER : La mentira de Ulises



                       Monde "para que no se dijese que era insensible a la miseria" de un obrero comunista, ni de la
                       electrificación en la U. R. S. S. ni de las fructíferas conversaciones que se pueden tener con
                       los obreros de la Martinica,
                       [316] ni... ¿Por qué no de las pirámides de Egipto o de la gravitación universal?

                            Si se insistiese demasiado, se acabaría por llevar la discusión a un punto remoto, y por
                       ceder a la tentación de escribir una nueva Miseria de la Filosofía adaptada a las circunstancias.


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                            Queda aún el drama de la opinión pública radical que no encuentra la posibilidad de
                       interesarse en el problema de los campos de concentración, a través de esta controversia, más
                       que participando en la preparación ideológica de la tercera guerra mundial, si sigue al uno, o
                       de volver al bolcheviquismo a través de sofismas, si sigue a los otros.
                            El pretexto de una discusión sobre este objeto es una simpleza. Por una parte, el
                       Kremlin nunca aceptará que una comisión investigadora sobre el trabajo forzado circule
                       libremente par el tercitorio soviético. Por otra, no puede ser proporcionada ninguna ayuda
                       importante a los internados en los campos soviéticos mientras subsista el régimen estaliniano.
                       Ahora bien, yo no fundo mi esperanza de verle desaparecer más que en tres posibilidades: o
                       bien se desmorona por sí mismo (esto ya se ha visto en la Historia: la Grecia antigua estaba
                       muerta antes de ser conquistada por los romanos), o se hunde con una revolución interior, o
                       bien, finalmente, es aniquilada en una guerra. Al encontrarse Rusia en pleno desarrollo
                       industrial y limitando al parecer con una gran habilidad sus ambiciones a sus medios, las dos
                       primeras están irremediablemente excluidas por un período muy largo y sólo queda la tercera:
                       de ella no hablemos, acabo de conocerla y la experiencia de la que Rusia se jacta de haber
                       triunfado frente a Hitler me basta.
                            El hecho de que David Rousset intente desde hace poco – y especialmente a partir de
                       un almuerzo que le ha ofrecido recientemente la prensa angloamericana – el extender la misión
                       investigadora «a todos los países donde pueda haber campos de concentración» no modifica en
                       nada el carácter ni el sentido del asunto: sólo queda en el lugar del crimen el rótulo de «Ayuda
                       a los deportados soviéticos». Por lo demás ni Grecia ni España – ¡menos aún Francia! –
                       aceptarán el que se vaya a «espiar» en ellas con el pretexto de investigaciones sobre el trabajo
                       forzado. Sería necesario que la iniciativa partiese de la O.NU. y estuviese apoyada par
                       amenazas de exclusión para los que no quisiesen someterse, lo cual no es concebible pues no
                       quedaría nadie, salvo Suiza quizá que no forma parte de ella.
                            En El munndo de los campos de concentración  David Rousset presentó los campos
                       como si dependiesen de un problema de régimen y tuvo un éxito merecido. Después, en Los
                       días de nuestra muerte y en otros numerosos escritos diseminados se interesó en hacer resaltar
                       y en alabar el comportamiento de los presos comunistas, alegando hechos incontrolados y que
                       sólo han encontrado en el público este crédito en razón al desorden y confusión originados por
                       la guerra. Una vez se ha aventurado a la pura documentación en su colección El payaso no ríe
                       que acusa solamente a Alemania. Sin embargo él no podía ignorar los campos rusos, de los
                       que se dice que en los años 1935-1936
                       [317] ya estaban en venta en las librerías documentos traducidos del ruso, y de los cuales, por
                       otra parte, le habrá sido revelada la existencia en los tiempos más lejanos en los que todavía
                       militaba él en las filas del trotskismo. Deliberadamente pues, ha contribuido muy eficazmente
                       a crear en el interior del país esta atmósfera de connivencia momentánea que ha permitido a
                       los bolcheviques, cuyas fechorías en Rusia eran atenuadas o silenciadas, subir al poder en
                       Francia. Respecto al exterior, sobre todo ha ahondado un poco más aún el foso que separa a
                       Francia de Alemania
                            Descubriendo los campos rusos en la manera conocida, no hace más que seguir el
                       movimiento de traslación lateral que es la característica esencial de la política del gobierno
                       desde la marcha del equipo Thorez. Su actitud de hoy es consecuencia 1ógica de la de ayer, y
                       es natural que habiendo prestado un argumento al tripartismo bolchevizante, suministre a los
                       angloamericanos la base ideológica indispensable para una buena preparación para la guerra.




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