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RASSINIER : La mentira de Ulises




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                               CONCLUSIÓN DE LA 1a, 2a, 3a Y 4a EDICIONES FRANCESAS





                            Otros después que yo estudiarán la literatura de los campos de concentración: de esto
                       no hay duda alguna. Quizá sigan el mismo camino, y haciendo avanzar la investigación, se
                       limiten a reforzar la argumentáción. Quizás adopten otra clasificación y otro método. Quizá
                       concedan más importancia al puramente literario. Incluso quizás algún nuevo Norton Cru ( )
                                                                                                 1
                       inspirándose en esto que hizo el otro a propósito de la literatura de guerra, tras el conflicto de
                       1914 a 1918, presente algún día una «Summa» crítica por todos los conceptos y bajo todos
                       los aspectos, de todo lo que se ha escrito sobre los campos de concentración. Quizá...
                            Al ser sólo mi ambición la de abrir el camino a un examen crítico, mi esfuerzo no
                       podía limitarse más que a ciertas observaciones esenciales, y tenía que llevar en primer lugar
                       al punto de partida de la controversia, es decir, a la materialidad de los hechos. Si sólo hace
                       mención de algunos casos típicos, de los que tengo la debilidad de creer que han sido
                       prudentemente escogidos, sin embargo abarca toda la vida de los campos de concentración a
                       través de sus puntos sensibles, y permite al lector el formarse una opinión de todo lo que ha
                       podido leer o leerá sobre el asunto. En este aspecto, ha alcanzado su propósito.
                            De rechazo, puede conseguir otros.
                            Acaba de aparecer un libro que no se inserta directamente en la actualidad, y del cual,
                       en consecuencia, no se ha preocupado la crítica con exceso: Ghetto en el Este. Su autor, Marc
                       Dvorjetski, superviviente de cierto número de matanzas, arrastra tras él un pasado que siente
                       tanto más molesto al pedirle su conciencia sin cesar: "Vamos, habla: ¿cómo puedes estar vivo
                       todavía?...» Se me disculpará si tengo la impresi6n de haber traído la respuesta.
                            Todo se encadena: una pregunta hace venir a otra, y cuando el público comienza a
                       hacerlas... Un cómo, siempre trae un por qué, cuando no le sigue, y, llegado el caso, éste se
                       presenta en forma natural:
                       [311] ¿por qué ciertos deportados han dado un giro tan discutible a sus declaraciones? Aquí, la
                       respuesta es más delicada: para hacer la distinción entre aquellos que han sido dominados,
                       incluso aplastados por la experiencia que han vivido, y los que han obedecido a móviles
                       políticos o personales, sería necesario psicoanalizar – ya se ha pronunciado la palabra... – a
                       todos, e incluso este trabajo sólo tendría que confiarse a los majores especialistas.
                            Se puede afirmar, sin embargo, que los comunistas tenían en esto un indiscutible
                       interés de partido: cuando cae sobre la humanidad un cataclismo social, si los comunistas son
                       los que reaccionan más noble, más inteligente y más eficazmente, el provecho del ejemplo se
                       traslada sobre la organización y sobre la doctrina que ella defiende. Ellos también tenín un
                       interés político a escala mundial: distrayendo a la opinión pública con los campos hitlerianos,
                       le hacían olvidarse de los campos rusos. Tenían, finalmente, un interés personal; tomando al
                       asalto el banco de los testigos, y gritando muy fuerte, evitaban el tener que sentarse en el
                       banqulllo de los acusados.
                            Aquí como en todas partes, han dado ejemplo de una firme solidaridad y el mundo
                       civilizado ha podido establecer una política con respecto a Alemania sobre conclusiones que
                       sacaba de informes suministrados por vulgares guardianes de presos. Por otra parte, no pedía



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                         Testigos, por Jean Norton Cru.

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