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RASSINIER : La mentira de Ulises



                                muerte, página 488, Ed. de París, 1947.)
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                             Ellos ponen cara de no entenderlo.
                             Y él mismo, demasiado preocupado en llevar ante el Juzgado a los Comunistas de los
                       cuales hizo la apología, sin duda alguna lo había olvidado.


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                             El lector todavía podrá meditar provechosamente acerca de algunos hechos del mismo
                       género, como son los siguientes:
                             -- El 26 de octubre de 1947, todos los periódicos publicaron el siguiente suelto:

                                     «Un italiano, Pierre Fiorelini, ha sido acusado de haber dado muerte a siete de sus
                                compafñeros en la época de Bergen-Belsen.
                                     »Era enfermero, un enfermero por lo demás con métodos sanitarios bastante curiosos. Su
                                placer consistía en tocar la armónica y hacer bailar al son de este instrumento a los otros detenidos. Si
                                ellos se negaban, les apaleaba.
                                     »Un día que tuvo que cuidar a un teniente enfermo, le condujo al lavabo, le lavó, y después,
                                como el otro protestaba por la brusquedad de sus movimientos, le mató a palos. Los compañeros de la
                                víctima intentaron impedirlo. Fiorelini dio muerte uno tras otro a seis de ellos.
                                     »Hoy es acusado por los supervivientes de este bloque.»

                             En el periódico Le Monde del 18 de enero de 1954, Jean-Marc Théolleyre – uno de los
                       escasos cronistas de nuestra época cuya objetividad apenas puede ser puesta en duda – dando
                       cuenta del proceso de Struthof describe a uno de los escasos presos que haya tenido que
                       responder ante la justicia de su comportamiento en los campos:

                                     «De todos estos acusados había uno del cual se esperaba con curiosidad el interrogatorio.
                                Era Ernst Jager, que no habín sido de la S.S. Una vez preso, perteneció a esta raza tan detestada – si
                                no más  – en los campos, la de los Kapos. Propiamente, tuvo en Struthof el título exacto de
                                «Vorarbeiter», es decir, de preso responsable de un grupo de trabajo a las órdenes de un Kapo. Por
                                esta razón golpeó, apaleó y mató tanto o quizá más que uno de la S.S.
                                     »Jager es la encarnación de lo que puede hacer de un hombre la vida de los campos de
                                concentración. ¿Cuál
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                               fue su vida? A los cuarenta años ha pasado veinticuatro en prisión. De la libertad le ha quedado
                               solamente el recuerdo de unos tiempos en los que él fue marino, sin poder decir más, y del día de 1930
                               en el que en un muelle hirió mortalmente a uno de la S.A. durante una riña. Se le condenó a siete años
                               de reclusión. En la cárcel tuvo vagas noticias sobre el advenimiento del nazismo. É1 no debió
                               descubrirlo verdaderamente hasta que, una vez cumplida la pena, fue informado por el nuevo régimen
                               de que continuaría detenido con la denominación de asocial. Desde entonces llevó sobre su chaquetilla
                               el triángulo negro, y fue de un campo a otro. Pero antes de arrojarle en ellos, la Gestapo empezó por
                               esterilizarle. Del mundo de los campos de concentración ha conocido el período más horrible. Fue en
                               esta época en la que toda la población de los campos estaba formada por judíos, gitanos, asociales,
                               pederastas, chulos y ladrones. Era ya el período del exterminio, y sólo escapaba a él el que tenía
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                               bastante valor para hacerse lobo a fin de no ser devorado ( ).
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                               sin importarles cómo. Ellos instauraron y desarrollaron en los campos todos los métodos del
                               «gangster». Cuando se le nombró Vorarbeiter en Struthof fue porque se sabía que tenía la capacidad
                               necesaria. Contaminado por esta existencia envilecedora, se ha ahogado en la corriente de
                               inmundicias. Sus nervios no han resistido. Ha debido ser – pues hubo de ellos  – de los que llegaron a
                               tomar tal odio a esta vida en los campos, que todos los seres que llevaban el traje, estos fantasmas
                               famélicos y desesperados, se les hicieron odiosos. Entonces venían los golpes, los accesos de rabia.»


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                         Un número muy grande de supervivientes de los campos, - si no el mayor número - son los que han observado
                       esta regla hasta el fin o que sin hacerse lobos - ¡hubo algunos! - se han beneficiado de la benevolencia o de la
                       protección de los lobos. Pues  - se ignora, se finge ignorar o se olvida -  los campos estaban administrados por
                       presos que se habían hecho lobos, y que por delegación de la SS. ejercían en ellos una autoridad de sátrapas. No
                       carece de interés el advertir incidentalmente que estos lobos eran comunistas, se hacían pasar por tales o servían
                       los designios del comunismo. Es esto lo que explica que la mayoría de los supervivientes sean comunistas: los
                       comunistas han enviado a todos los demás a la muerte, a excepción de los que han olvidado o no han descubierto.
                       E, imperturbables, echan hoy en día la responsabilidad de todas las muertes y de todos los horrores no sobre el
                       régimen nazi - lo cual sólo podría sostenerse ya muy difícilmente, pues habría que admitir que el régimen nazi es el
                       único responsable de la institución de los campos de concentración, cuando se sabe que existe en todos los
                       regímenes, incluido el nuestro - sino sobre los miembros de la S.S. tomados individualmente y a los que designan
                       nominalmente.

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