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RASSINIER : La mentira de Ulises




                       [296] realizar exterminios por este medio. Cien veces he hecho personalmente la experiencia,
                       y a los insensatos que pretendían lo contrario les he confundido públicamente: el último
                       cronológicamente ha sido el famoso G..., del que habla Albert Paraz. Estoy pues autorizado
                       para decir que todos los que como David Rousset o Eugen Kogon se han metido en
                       minuciosas y patéticas descripciones de la operación, no lo han hecho más que sobre
                       habladurías ( ). Esto – lo señalo aún para evitar todo nuevo malentendido – no quiere decir en
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                       absoluto que no haya habido cámaras de gas en los campos, ni exterminios con gas: una cosa
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                             En segundo lugar, merece señalarse que en toda la literatura sobre los campos, y ante el
                       tribunal de Nuremberg, no se pudiera presentar ningún documento que probase que las
                       cámaras de gas habían sido instaladas en los campos de concentración alemanes con el
                       propósito de emplearlas para el exterminio en masa de los detenidos.
                             Algunos testigos, en su mayoría oficiales, suboficiales e incluso simples miembros de
                       la S.S. llegaron a decir ciertamente en el banquillo que habían realizado exterminios con gas y
                       que habían recibido la correspondiente orden: ninguno de ellos ha podido presentar la orden
                       tras la cual se amparaba, y ninguna de estas órdenes – excepto las que recojo en esta obra y
                       que no prueban absolutamente nada – ha sido encontrada en los archivos de los campos tras la
                       liberación. Ha habido que creer pues en la palabra de estos testigos. ¿Quién me prueba que
                       ellos no han dicho esto para salvar la vida en la atmósfera de terror que comenzó a reinar en
                       Alemania desde el momento de su aplastamiento?
                             A propósito de esto, he aquí una pequeña historia que trata de otra orden dada según
                       dicen por Himmler y que se encuentra muy difundida entre la literatura de los campos de
                       concentración: la de hacer saltar todos los campos al aproximarse las tropas aliadas, y
                       exterminar de este modo a todos sus ocupantes, incluyendo guardianes.
                             El médico de la S.S. jefe de la enfermería de Dora, doctor Plazza, lo confirmó cuando
                       fue capturado, y con ello salvó la vida ( ). En el tribunal de Nuremberg se le empleó contra
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                       los acusados que negaban. Ahora bien, en Le Figaro Litéraire del 6 de enero de 1951, con el
                       título de Un judío negocia con Himmler, y la firma de Jacques Sabille, se ha podido leer:
                                     «Fue gracias a la presión de Gunther, ejercida sobre Himmler por conducto de Kersten (su
                                médico personal), como la orden propia de caníbal para hacer saltar los campos al aproximarse
                                los aliados – sin preocuparse de los guardianes – quedó en letra muerta.»
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                             Lo cual significa que esta orden, recibida por todo el mundo y comentada
                       abundantemente, no ha sido dada nunca.
                             Como suceda así con las órdenes de exterminio con gas...
                             Entonces, se me dirá, ¿por qué estas cámaras de gas en los campos de concentración?
                             Probablemente – y sencillamente – porque la Alemania en guerra, habiendo decidido
                       transportar a los campos el máximo de sus industrias, para sustraerlas a los bombardeos
                       aliados, no tenía ningún motivo para hacer una excepción en sus industrias químicas.



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                         Incluyendo entre ellos a Janda Weiss, del que se habla en la pág. 190.
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                         En el proceso de Struthof, el Dr. Boogaerts, comandante médico en Etterbeck (Bélgica), declaró el 25 de junio
                       de 1954:
                            «Logré que me destinasen a la enfermería del campo, y por este motivo estuve bajo las órdenes del médico
                       Plazza, de la S.S., el único hombre de Struthof que tenía algunos sentimientos humanos.»
                            Pues bien, en Dora, a donde llegó después este Dr. Plazza para ejercer las funciones de médico-jefe del
                       campo, la unánime opinión le atribuía la responsabilidad de todo lo que era inhumano en el reconocimiento y en el
                       tratamiento de las enfermedades. Entre lo que en la enfermería se contaba, destacaban sus fechorías que - como
                       se decía - su adjunto, el Dr. Kunz, difícilmente lograba atenuar. Los que le habían conocido en Struthof hablaban
                       de él  en términos horribles. Personalmente, tuve que habérmelas con él, y soy de la opinión de todos los que se han
                       encontrado en este caso: era un animal. Al regresar a Francia, cuál no sería mi sorpresa al ver que se concedían
                       tantos certíficados de buena conducta - ¡por presos privilegiados, es cierto! - a un hombre del que todo el mundo
                       en el campo, y hasta los mejor intencionados, hablaba de ahorcarle. Yo solamente lo he comprendido cuando
                       «supe que él fue el primero, y durante mucho tiempo el único, que afirmaba la autenticidad de la orden de hacer
                       saltar todos los campos al aproximarse las tropas aliadas, y de hacer exterminar a todos sus ocupantes, incluidos los
                       guardianes: esta era la recompensa de un falso testimonio del cual entonces no se podía saber lo que valía, pero
                       que era indispensable para la construcción de una teoría que a su vez resultaba indispensable a una política.
                            De creer a los periódicos alemanes del 17 de junio de 1958, este Dr. Plazza, citado en el proceso contra
                       Martin Sommer, ha sido finalmente desenmascarado. Me felicito de no haberme ocupado de ello en vano, pues los
                       individuos de esta clase han ayudado a creer en la leyenda de un horror generalizado y sistemático, atribuido de
                       este modo a la S. S.

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