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RASSINIER : La mentira de Ulises



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                             Y ahora veamos el fondo de la discusión, que un ejemplo hará más accesible...
                             Acaba de aparecer en Hungría un nuevo testimonio sobre los campos de concentración
                       alemanes, del que Les Temps Modernes se ha encargado de divulgarlo en Francia. Se trata de
                       S.S.-Obersturmbannführer Doctor Mengele, por el doctor Nyisz1i Miklos, y se refiere al
                       campo de Auschwitz-Birkenau.
                             La primera idea que le viene a uno a la  mente es que este testimonio no ha podido
                       aparecer en Hungría más que con el asentimiento de Stalin, a través de los intermediarios, de
                       los Martin-Chauffier de este país, cuyos poderes como miembros directivos de la asociación
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                       equivalente a nuestro C.N.E. ( ), son lo bastante amplios para permitirles impedir que se
                       publiquen allí obras similares a La mentira de Ulises.
                             Solamente por este motivo ya resultaría sospechoso.
                             Pero no es ésta la cuestión.
                             Este doctor Nyisz1i Miklos pretende entre otras cosas que en el campo de Auschwitz--
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                       Birkenau, cuatro cámaras de gas ( ), de 200 metros de largo (sin precisar la anchura)
                       duplicadas con otras cuatro de idénticas dimensiones en las que se preparaban las víctimas
                       para el sacrificio, asfixiaban diariamente 20.000 personas; y que cuatro hornos crematorios,
                       cada uno con 15 parrillas de tres plazas, las incineraban a medida que iban llegando. Añade
                       que, por otra parte, otras 5.000 personas eran también suprimidas diariamente por medios
                       menos modernos, y quemadas en dos inmensas hogueras al aire libre. Incluso añade que él ha
                       asistido personalmente durante un año a estas matanzas sistemáticas.
                             Yo afirmo que todo esto es manifiestamente inexacto, y que no es necesario que uno
                       haya sido deportado para poder establecerlo con un poco de buen sentido.
                             Como el campo de concentración de Auschwitz--Birkenau fue construido efectivamente
                       a partir de finales de 1939, y evacuado en marzo de 1945, al ritmo de 25.000 personas diarias
                       – si creyésemos al doctor Nyisz1i Miklos – habría que admitir que durante cinco años habrían
                       muerto en él unos 45 millones de personas, de las que 36 millones habían sido incineradas
                       después de la asfixia en los cuatro hornos crematorios, y 9 millones en las dos hogueras al
                       aire libre.
                             Supuesto que sea perfectamente posible que las cuatro cámaras de gas hayan sido
                       capaces de asfixiar a 20.000 personas diariamente (a 3.000 por tanda, dice el testigo), no lo es
                       en absoluto que los cuatro hornos crematorios las hayan podido incinerar a medida que las
                       iban recibiendo. Aun cuando hubiese quince parrillas de tres plazas. Ni siquiera aunque la
                       operación sólo necesitase 20 minutos, como pretende el doctor Nyisz1i Miklos, lo cual
                       también es falso.

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                             Tomando estas cifras como base, la capacidad de absorción de todos los hornos
                       funcionando paralelamente no hubiese sido más que de 540 por hora, o sea 12.960 por cada
                       día de 24 horas. Y a este ritmo sólo se hubiese podido terminar de destruirlos algunos años
                       después de la liberación. A condición, bien entendido, de no perder un minuto durante cerca
                       de diez años. Si uno se informa ahora en el Père-Lachaise ( ) sobre la duración de una
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                       incineración de tres cadáveres en una parrilla, advertirá que los hornos de Auschwitz tendrían
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                             Paso por alto las dos hogueras al aire libre, que tenían – dice nuestro autor – 50 metros
                       de largo, 6 de ancho y 3 de profundidad, y en medio de las cuales se habrían logrado quemar
                       9 millones de cadáveres durante los cinco años
                             Hay, por lo demás, otra imposibilidad, al menos en lo relativo al exterminio con el
                       gas: todos los que se han ocupado de este problema están de acuerdo en declarar que «en los
                       escasos campos donde las hubo» (como dice E. Kogon) las cámaras de gas no estuvieron en
                       estado de funcionar hasta marzo de 1942, y que a partir de septiembre de 1944, algunas
                       órdenes – que al igual que aquéllas a las que anulaban siguen sin encontrarse – prohibieron el
                       utilizarlas para asfixiar. Al ritmo señalado por el doctor Nyisz1i Miklos se llega todavía a los



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                         Comité nacional de escritores.
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                         En Le Monde del 4 de enero de 1952, el fiscal André Boissaire tradujo ¡cuarenta y seis!
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                         Cementerio de París. (N. del T.)
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