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RASSINIER : La mentira de Ulises



                       Michelet, en aquel entonces diputado y líder parlamentario del R.P.F. El señor Guérin,
                       entonces diputado del M.R.P. de Lyon, se aprovechó de esto no para protestar contra la
                       publicación de la obra, a pesar de que hábilmente lo haya aparentado, sino para intentar
                       desacreditar a uno de los principales militantes que le hacía la más temible competencia
                       electoral. Así pues, La mentira de Ulises fue explotada primeramente por un movimiento
                       político contra otro, y ya había bastante para hacer desesperar al historiador...
                             Fue durante una intervención incidental del señor Guérin, cuando se incorporó la
                       acción extraparlamentaria con miras a impresionar a la opinión pública. En la Asamblea
                       Nacional, el diputado de Lyon me incluyó entre «los responsables de la colaboración con el
                       ocupante y los apologistas de la traición» ( ).
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                             Patéticamente, había exclamado:
                                     «Parece, mis queridos colegas, como si no hubiese habido nunca cámaras de gas en los
                               campos de concentración... Eso es lo que se puede leer en este libro.» (J.O.  del 2 de noviembre de
                               1950. Debates parlamentarios.)
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                             ¡El señor Guérin no leyó la obra!
                             Sin leer más, todos los periódicos en los que causan estragos los periodistas
                       improvisados por cierta resistencia ( ) tras la liberación, continuaron el tema y me hicieron
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                       decir las cosas más inverosímiles.
                             Tres asociaciones de deportados, internados y víctimas de la ocupación alemana,
                       pidieron al Juzgado de Bourg-en-Bresse que ordenase el secuestro del libro, la destrucción de
                       los ejemplares ya puestos en venta, y nos condenase en conjunto a la ligera suma de un
                       millón de francos por daños y perjuicios. Más prudente, el Comité de acción de la Resistencia
                       se abstuvo de toda manifestación hostil, no porque no tuviese el deseo, sino por temor a
                       quedar en ridículo. El Partido comunista, que habla iniciado una ofensiva, advirtió a liempo
                       que se arriesgaba nuevamente a poner a Marcel Paul, a Casanova, y al coronel Manhes en una
                       delicada situación y realizó una prudente retirada. Pero el Partido socialista, al que he
                       representado en el Parlamento, después de haber sido durante muchos años el jefe de una de
                       sus federaciones departamentales, me excluyó de su seno, «a pesar del respeto que impone mi
                       persona», dice la sentencia que me ha sido comunicada por el Comité supremo ( ).
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                             Tales fueron las primeras escaramuzas de una ofensiva poco gloriosa y que no tuvo
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                             Louis Martin-Chauffier, que bailó en la cuerda floja en casi todos los movimientos
                       ideológicos de la mitad del siglo, tomó el mando de la segunda oleada de asalto.
                             Como yo había señalado – de paso – una de sus impericias de pluma, se creyó
                       obligado a corregirla con otra (página 163 y nota marginal), a tomar nuevamente el tema de
                       Maurice Guérin y a demostrar que además no sabía leer.
                             «Todos los deportados han mentido – afirma Paul Rassinier -, quien niega la
                       existencia de las cámaras de gas», escribió en cabeza de un artículo cuyo título: «Un falsario y
                       calumniador cogido en flagrante delito» (Droit de vivre, 15  de noviembre a 15 de diciembre



                       publicado. El autor no ha creído que deba ceder a los gritos de reprobación de un puñado de interesados ni que
                       deba hacer sufrir otras modificaciones al texto.
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                         En realidad, el autor estuvo entre los fundadores del movimiento Libération-Nord en Francia, fue el fundador del
                       periódico clandestino La IV République, al cual elogiaron en aquella época las emisoras de Londres y de Argel, y
                       fue deportado de la resistencia - 19 meses - en Buchenwald y Dora. Inválido de resultas de esto en un 95 %, está
                       en posesión de la tarjeta de resistente número 1.016.070, de la medalla de plata de la «Reconnaissance» francesa y
                       de la «Rosette» de la resistencia, que, por otra parte, no lleva. Y esto no le ha quitado ni el amor a la verdad ni el
                       sentido de la objetividad.
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                         Pues la unidad de la resistencia es un mito, como también era un mito la unidad de la Revolución francesa. No
                       solamente hubo dos sino varias «resistencias», hoy en día nadie puede dejar de reconocerlo... ¡a menos que esté
                       interesado! Hubo incluso la resistencia de los granujas que encontraron cómodo el ampararse detrás del nombre.
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                         Una solicitud de readmisión, defendida por dos federaciones departamentales y por Marceau Pivert, en el
                       Congreso de noviembre de 1951, fue rechazada después de la intervención de Daniel Mayer y de Guy Mollet.
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