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RASSINIER : La mentira de Ulises



                            -- Blöder Hund – dijo mi Kapo -, du bist verrückt! Geh' mal zum Revier! ( )
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                            Y firmó esta orden con unos vigorosos puñetazos. Era el 3 de abril.
                            En la enfermería me encontré entre el griterío. Tras una hora de espera, me llegó el
                       turno para pasar ante el médico.
                            -- Sólo tienes 37,8 grados, es imposible hospitalizarte: tres días de Schonung.
                       Permanece tumbado en el bloque con las piernas al aire, ya pasará. Si no pasa, vuelves.
                            En lo tocante al reposo, estuve empleado durante tres días por los despiadados
                       Stubendienst en las faenas de limpieza del bloque. Al expirar el plazo, me volví a presentar en
                       un estado sensiblemente agravado.
                            -- Ciertamente, sería preciso hospitalizarte – me dijo el médico -, pero no hay más que
                       tres plazas vacantes y sois por lo menos trescientos candidatos, entre los cuales hay quienes
                       están en un estado peor que el tuyo. Todavía tres días de Schonung: luego vuelves...
                            Sentí entrar en mí la certidumbre del crematorio. Resignado, volví al bloque, donde
                       me esperaba mi primer paquete gracias al cual pude obtener de los Stubendienst  que me
                       dejasen tendido en la cama en vez de emplearme en las faenas.
                            El 8 de abril, cuando me llegó el turnoe para volverme a presentar, un paquete de
                       cigarrillos me clasificó entre los tres o cuatro elegidos. Lo peor en mi caso, es que no encontré
                       anormal el hecho. Antes de alcanzar la cama que me fue concedida, tuve

                       [114] aún que depositar en la entrada mis ropas y las botas, que naturalmente fueron robadas
                       durante mi estancia, y pasar bajo una ducha individual que un Kalfaktor  polaco mantuvo tan
                       fría como pudo.
                            La ducha era la última formalidad que había que cumplir. Estaba previsto que fuese
                       caliente, pero cuando no se trataba de un checo, polaco o alemán, el Kalfaktor  juraba por
                       todos los dioses que el aparato estaba descompuesto. El número de hospitalizados por
                       pulmonía o pleuresía que perecieron de esto es incalculable.
                            He permanecido seis veces en la enfermería: del 8 al 27 de abril, del 5 de mayo al 30
                       de agosto, del 7 de septiembre al 2 de octubre, del 10 de octubre al 3 de noviembre, del 6 de
                       noviembre al 23 de diciembre y del 10 de marzo de 1945 hasta la liberación. Desde la
                       primera, perdí de vista a Fernando, que fue enviado en un transporte a Ellrich, donde murió...
                            Yo estaba enfermo, este es evidente, incluso gravemente enfermo pues lo estoy todavía,
                       pero...



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                            La vida en la enfermería está minuciosamente reglamentada. Todos los días, nos
                       despertamos a las 5,30, una hora después de levantarse los del campo. Aseo: en cualquier
                       grupo de enfermos al que se pertenezca, con 40 grados de fiebre como con 37 grados, es
                       preciso levantarse, ir al lavabo, y después al volver hacer la cama. En principio, el Pfleger y el
                       Kalfaktor  están allí para ayudar a los que no pueden, pero, salvo en raros excepciones, se
                       limitan a exigir de los enfermos, bajo la amenaza de los golpes, que se ocupen ellos mismos
                       de estos cuidados.
                            Cuando está terminado este primer trabajo, el Pfleger toma las temperaturas mientras
                       que el Kalfaktor limpia la sala con agua.
                            Hacia las siete, el médico del bloque pasa entre las camas, mira las hojas de
                       temperatura, escucha las observaciones del Pfleger,  las quejas de los enfermos, dice unas
                       palabras a cada uno y ordena los cuidados particulares o los medicamentos a tomar durante el
                       día. Si el médico no es polaco, alemán, ni checo, suele ser generalmente un hombre bueno y
                       comprensivo. Quizá demasiado confiado en el Pfleger, que aprecia a los enfermos en función
                       de sus opiniones políticas, nacionalidad. profesión o paquetes que reciben,

                       [115] pero a pesar de todo aquél raramente se deja influenciar por éste en el mal sentido,
                       aunque siempre lo sea en el bueno. Un enfermo grave arriesga a veces una pregunta:
                            -- Krematorium?




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                         ¡Idiota, estás loco! ¡vete a la enfermería!

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