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RASSINIER : La mentira de Ulises



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                            La S. S., algunos de cuyos miembros tuvieron que encargarse de la vigilancia de gran
                       parte de los caynpos de concentración, ha sido un blanco predilecto de la propagande aliada.
                       De poco sirvió el que antes de la guerra varios de sus generales protestasen por el empleo de
                       estas milicias para la vigilancia de presos. Y menor efecto aún tuvo en 1945 la afirmación del
                       inspector y Sturmbannführer Morgen, de que ni Auschwitz ni otros campos de exterminio en
                       Polonia estaban administrados por la S. S.
                            Rassinier refiere que sus funciones se limitaban casi exclusivamente a la vigilancia
                       exterior. También señala algunos excesos de estas tropas. Que la situación no fue idéntica en
                       todos los campos, ha sido dado a conocer por el ex internado Theodor Koester en el semanario
                       Deutsche Wochenzeitung de Hannover. Koester, que estuvo siete años en los KZ de
                       Buchenwald y Gross Rosen, cuenta que al acercarse las tropas rusas en febrero de 1945 a este
                       último campo, los soldados de la S. S. entregaron a los presos fusiles, pistolas ametralladoras
                       y puños antitanques, y añade:

                                     «... los soldados de la S. S. ya no eran nuestros enemigos, eran nuestros
                               camaradas... Y entonces, cerca de Rohnstock, luchamos los ex internados del
                               campo de manera tan valiente junto a la S.S., que cerca de la mitad cayeron en
                               combate... Entre estos presos estaba un vienés que habia luchado en España, varios
                               franceses y muchos comunistas alemanes; se encontraban entre nosotros más de
                               veinte polacos que hubieran podido desertar inmediatamente, pero que precisamente
                               combatieron los más exasperados... En su amargura pensaban en la traición del
                               general ruso Plokossowshi (septiembre de 1944) ante Varsovia.
                               [16] Pero nosotros pensábamos en las mujeres y muchachas ultrajadas, en los
                               ancianos apaleados.»
                            En las 38 divisiones de la S.S. combatieron 900.000 soldados. De ellos cayeron más
                       de 360.000 – principalmente en los frentes de Francia y Rusia -, y en 1959 se daban todavía
                       por desaparecidos otros 42.000 más.
                            El esfuerzo común que esto supuso, se ve con claridad en la composición de las fuerzas
                       de la S.S. que defendieron Berlín en 1945.
                            Cuando el ejército rojo rompió el frente del Oder, en abril de 1945, quedaban en la
                       capital del Reich los restos de las siguientes divisiones de la S. S.: 4.a Div. acorazada
                       «Nederland», 11 Div. acorazada «Nordland», 15 Div. de granaderos de la S. S. («Letonia
                       núm. 1»), 32 Div. acorazada «30. Januar» y la 33 Div. de granaderos «Charlemagne».
                            Las dos primeras divisiones estaban integradas por belgas, holandeses, daneses y
                       suecos; la División «Charlemagne» por franceses, suizos y españoles; estonianos y letones
                       formaban la 15 División y los jóvenes de la región del Siebenburg y de las Academias
                       militares de la S. S. estaban en la «30. Januar». El 23 de abril quedaron todas bajo el mando
                       del comandante general Mohncke. Cuando casa por casa y entre ruinas llegaron los rusos al
                       Tiergarten, los letones con el S.S.-Obersturmführer Neilands se fortificaron en el Unter den
                       Linden; los franceses, bajo el mando del S.S.Hauptsturmführer  Fenet, formaron grupos
                       especializados anticarros; y el S. S.Hauptsturmführer  Roca, con fuerzas estonianas y
                       españolas, defendió la línea en torno a la Wilhelmstrasse. Finalmente, los últimos defensores
                       de Berlín se concentraron junte a la Reichskanzlei. En la noche del 2 de mayo, tras la muerte
                       de Hitler, la Cancillería fue volada por orden de Mohncke.



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                            Después de haber tratado algunas de las cuestiones que suscita la lectura de La mentira
                       de Ulises, dejemos la palabra a

                       [17] Paul Rassinier. Su preocupación principal – como nos dijo en cierta ocasión – la
                       constituye el problema más importante de la política europea: la reconciliación franco-
                       germana. Ello le movió a escribir este libro, que viene a confirmar las palabras de Sven




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