Page 189 - Pacto de silencio
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QUE NO SE ENTERE NADIE
Finales de verano de 1987. El restaurante argelino «El Cus Cús», en el que uno se
evade en Barcelona para transportarse por unas horas a la mejor cocina norteafricana,
se había vaciado ya. Solamente quedábamos Mª del Mar Geanini, la vicepresidente
de la asociación de afectados de Fuenlabrada, Mª del Pilar Pans, y la hija del
Dr. Antonio Corralero y Mª del Mar, Cecilia. El té, una copa de whisky y la luz
atenuada nos habían dejado en familia con el dueño del local. Omar, y su mujer,
María. Y por su mediación y amistad, a mi lado se había sentado el neurólogo
personal del presidente argelino coronel Chadli Bendjedid. Hablamos cuanto
pudimos sobre el síndrome tóxico y la posibilidad de los organofosforados. También
sobre el triortocresilfosfato que en 1959 dejó paralíticos en Marruecos a miles de
musulmanes junto a algunos cristianos, respetando por completo a los 200 000 judíos
del lugar. La discriminación aquí, por cierto, no fue genética ni religiosa, sino
cuestión de posibilidades económicas. A mí solamente me faltaba aquella noche el
sabor a la leche de pantera que habíamos tomado años atrás en la jaima del «Gran
Capitán» de Melilla. Y la mezcla de todo me acabó trayendo a la memoria una vez
más al general Cassinello: ¡cuánto silencio!… o cuánta correspondencia que no llega
a su destino, vaya usted a saber. Cassinello, Guardia Civil, Manglano, CESID, el
comisario Martínez, policía judicial, servicios extranjeros… conforman junto a otros
la red de conceptos que aluden a una serie de investigaciones que se pierden en el
silencio: que nadie se entere, porque esto podría reventar. Se deduce —deduzco yo—
que esta es la consigna.
Una nota de Europa Press fechada el 13 de abril de 1987 informó que el Dr. Muro
«fue objeto de al menos dos intentos de soborno para que abandonara su línea de
investigación sobre el origen del envenenamiento». Aporto este dato como indicativo
del silencio bajo el que debía sepultarse esta historia, y no como muestra de actuación
de alguno de los cuerpos recién mencionados.
En su libro El caso Mestre, en el que analiza las circunstancias del asesinato de
María Teresa Mestre, que halló la muerte en extrañas circunstancias mientras su
marido, el industrial del aceite Enric Salomó se hallaba en la cárcel, Jesús de las
Heras escribe:
«Sin embargo, el asesinato de María Teresa fue objeto de primorosa atención por
parte de diferentes servicios especiales de las Fuerzas Armadas y de Seguridad del
Estado, que, a su vez, rascaban en diversas líneas de posibilidades sobre el origen del
síndrome tóxico (…). En este conjunto de observaciones, la hipótesis de un
envenenamiento (en el caso del síndrome tóxico) por un producto neurotóxico —tal
vez un pesticida— pasó a engrosar los fondos de análisis de los más sigilosos
investigadores del Estado.»
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