Page 191 - Pacto de silencio
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pudiera  acceder  al  mismo  con  solamente  la  graduación  de  teniente  coronel  que
           entonces tenía—, me había comunicado que nunca habían estudiado la etiología del
           síndrome tóxico. Pues bien, mis averiguaciones me llevan a pensar lo contrario.
               De acuerdo con estas averiguaciones, el Dr. Muro se entrevistó por lo menos en

           tres ocasiones —una de ellas uh día de septiembre de 1982 a las siete de la tarde y
           por  lo  menos  en  una  de  las  ocasiones  en  el  Pardo—  con  el  mencionado  teniente
           general.  También  —y  siempre  de  acuerdo  con  mis  averiguaciones—  personas
           afectadas al CESID se personaron en el domicilio del Dr. Muro en las Navidades de

           1984 y también por lo menos en una ocasión anterior.
               El hijo del Dr. Muro tampoco oculta la investigación efectuada por el CESID:
           «Mi  padre  estuvo  trabajando  con  ellos.  El  CESID  elaboró  un  informe,  estuvo
           haciendo unas averiguaciones precisamente de la búsqueda del agricultor, y por orden

           de la superioridad, según dijeron, se había suspendido esa búsqueda.»
               De acuerdo con mis averiguaciones, había también alguien del CESID junto al
           lecho de muerte del Dr. Muro tres días antes de su fallecimiento. Pero, naturalmente,
           me puedo equivocar. Como me puedo equivocar al decir que los informes definitivos

           son  por  lo  menos  dos,  y  que  ambos  han  estado  sobre  la  mesa  del  presidente  del
           Gobierno.
               Lo que está bastante claro, y aquí no me equivoco en absoluto, es que, servido de
           inteligencia  o  de  investigación  que  llega  hasta  Roquetas  de  Mar,  servicio  que

           interrumpe  sus  averiguaciones.  De  cara  al  conocimiento  público,  naturalmente.  Si
           hubieran hallado o detectado el mínimo fallo en la hipótesis del Dr. Muro, lo habrían
           pregonado  a  los  cuatro  vientos.  El  hecho  de  paralizar  o  de  interrumpir  de  cara  al
           exterior sus investigaciones, es señal de que lo que han hallado es grave. No debe de

           saberse. Que no se entere nadie, es la consigna. Solamente así halla explicación la
           negativa  del  teniente  general  Manglano  cuando  le  consulté  acerca  de  esta
           investigación,  cuando  por  otro  lado  la  realización  de  ésta  es  un  hecho.  Y  la

           documentación  pertinente  saltará  al  dominio  público  si  no  se  corta  antes  esta
           posibilidad.
               Rafael Cid escribe en Cambio 16  del  6  de  abril  de  1987:  «También  el  Centro
           Superior  de  Información  de  la  Defensa  (CESID),  que  había  realizado  su  propia
           investigación  con  ayuda  de  expertos  de  diferentes  ramas,  dio  carpetazo  al  asunto.

           Hoy el resumen de ese informe de los servicios secretos militares duerme el sueño de
           los  justos  en  los  archivos  de  la  nueva  sede  de  los  servicios  en  la  carretera  de  la
           Coruña.  En  las  conclusiones  del  CESID,  apenas  una  docena  de  folios,  se  descarta

           prácticamente la intoxicación por el aceite y sé sugieren otras causas, por ejemplo,
           que se hubiera tratado de un ensayo de guerra química».
               Según se desprende del interrogatorio celebrado durante el juicio, el Dr. Montoro,
           siendo  subdirector  general  de  Establecimientos  y  Asistencia  Farmacéutica,  había
           recibido el encargo de elaboración de un informe sobre determinados preparados de

           síntesis orgánica —en la cual él es especialista— que, según el capricho de la mente



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