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un chequeo general para ver posibles secuelas u otro tipo de afecciones.
Pregunté si habían tomado medicina específica, a lo que respondieron
con analgésicos, vitaminas, pero que Luis también había tomado Azitro-
micina e Hidroxicloroquina, las que se creía que ayudaban a detener el
avance de la infección, más allá de otros efectos. Añadieron que mante-
nían carraspera y esporádica tos seca al exponerse a clima frío o al con-
sumo de bebidas heladas. Contesté informando que mantengan la calma,
puesto que la información científica a la fecha decía que, transcurridas
tres semanas, sin la presencia de síntomas graves relacionados, la situa-
ción sin duda sería casi óptima pero que no debían descuidar las medidas
preventivas generales. Prescribí medicación para dichas molestias, exá-
menes y que nos veríamos en una próxima oportunidad. Se retiraron en
calma, sonrientes, diciéndome “Le quedamos muy agradecidos doctor”.
En ese momento volví a recordar el por qué decidí estudiar medicina.
Y el cuadro respiratorio general se disparó. En el dispensario se cerró
la consulta externa a especialidades y todo se centró en el coronavirus;
entonces, los médicos generales atendíamos todos los casos que llegaban,
sea con patologías crónicas como agudas, los casos pediátricos, ginecoló-
gicos, traumatológicos, todo. Fue un desafío interesantemente agotador,
lleno de aprendizaje, dando lo mejor de mí, junto a todos los colegas in-
volucrados. Nunca estuve en la primera línea de atención Covid-19, pero
siempre dispuesto a estarlo si así se lo requería.
Dada la evolución, las medidas de bioseguridad cambiaron y se im-
plementó el uso general de equipos de protección personal para todos en
el hospital, al cual le sumé un casco con visor, para sentirme más seguro.
Fueron trascendentes también, y lo siguen siendo aún, los cambios en la
señalética e indicaciones de distanciamiento social, uso de mascarillas
y lavado de manos que se les daba a los pacientes desde que llegaban al
edificio.
Meses después, posterior al cambio de semáforo rojo a amarillo, de
parte de las autoridades nacionales, el trabajo poco a poco fue retomando
el tema de la atención a especialidades. Claro, los pacientes con síntomas
respiratorios superiores agudos seguían llegando, pero con menor fre-
cuencia. Se notaba que las medidas de aislamiento distanciamiento so-
cial, así como el toque de queda habían hecho efecto, quizá no como se
esperaba, pero sí de buena manera.
Sin embargo, empezaron a destacar las secuelas que la enfermedad
dejaba en el organismo, situación evidenciada en pacientes que la su-
peraron, habiéndose contagiado en marzo o abril. Sí, la carraspera era
una de ellas, descrita como picazón en la garganta o presencia de flema
en ella, en sus palabras, entonces para confirmar o desmentir les pedía
cultivo de exudado faríngeo y todos salían negativos a bacterias. Otra
secuela común era mialgia – artralgia, referidas como dolor moderado
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