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MEMORIAS DE UNA PANDEMIA
Por: Md. Mauricio Galarza Benavides
Iniciaba la segunda semana de marzo y las noticias en el mundo sobre
la mortal enfermedad empezaban a tomar fuerza, siendo Italia y España
tendencia en redes sociales. Se especulaba sobre la apertura de un área
específica para pacientes Covid-19 en el hospital y el grupo de residentes,
temerosos ante la noticia, pensábamos en que no sucedería. Días después,
el jefe de servicio nos notificó que, por cuestiones de precaución, ya no
habría trabajo asistencial diario y solo se realizarán guardias. Finalmente,
sucedió y en la primera semana de abril – 2020 – recibí la llamada desde
el área de talento humano para indicar mi traslado al área de neumología
para apoyar a pacientes con Covid-19.
Mi corazón latía a mil por hora y muchas cosas cruzaban por mi
mente, tenía miedo, angustia, no sabía qué hacer. “¿Y ahora?”, “¿Qué
les voy a decir a mis padres?” fueron las preguntas del momento, mien-
tras, temeroso, subía los escalones a esa zona desconocida a paso lento.
Lleno de adrenalina, antes de presentarme al servicio, llamé a mi madre:
“Que fue mamita, ¿cómo va? con la novedad que me subieron al
Covid” fueron mis palabras. Un silencio sepulcral invadió el lugar y la
respuesta recibida fue “Renuncia en este instante”. Obviamente no lo
hice y le dije “Le quiero mucho, debo presentarme al servicio”. La fic-
ción se hacía realidad, en carne propia. Parecía una película.
Ya en la residencia, encontré al tratante del servicio y a una doctora
a la que ya conocía por anteriores interconsultas. Su tranquilidad me dio
paz, importantísimo en ese momento y en coro me dijeron: “Bienvenido
a este gran servicio, usa la mascarilla todo el tiempo, ponte alcohol y
verás que todo va bien”. “Gracias, ¿Cuántos positivos tienen?” fue mi
pregunta inmediata. Otra vez el incómodo silencio mientras cruzaban sus
miradas para contestar. “Todo el piso es positivo”, al unísono. Quería
salir corriendo, es verdad. Sobre la marcha me enseñaron a colocarme el
Equipo de Protección Personal y la doctora me entregó el documento con
el protocolo a seguir.
Pasaron las horas, me tranquilicé y tomé confianza, hasta que llegó
la llamada de emergencia: “Doctores de neumología, favor valorar pa-
ciente con sospecha de Covid” y el reloj empezó a moverse a velocidad
de la luz mientras yo me sentía como en cámara lenta. Con todo encima,
llegamos a emergencia y en el absoluto nerviosismo escuché la frase:
“¡Hágase varón mi Doc!, valore al paciente”. Absolutamente todo lo
aprendido en la tarde se me olvidó, mientras él tosía y la imagen mental
de verme a mí mismo conectado a un ventilador mecánico me aterraba.
De la nada y a lo lejos escuché un “Mijín”, pronunciado por una de mis
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