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“Genial, llegaron los resultados de los hisopados. La “Chiqui” se fue
            a casa de aislamiento ya que su resultado salió positivo”.

               Frío; nunca lo sentí dentro del área de aislamiento antes pero real-
            mente me estoy congelando allí dentro; solo quiero arrancar todo el ma-
            terial de protección y revisar mi correo en busca del resultado. Me calmo,
            respiro lo más profundo que puedo a través de todos esos filtros para
            cumplir lo más minuciosamente posible con el protocolo de retiro del
            equipo; estoy casi seguro que jamás fui tan minucioso.
               “Mi teléfono, ¿Dónde lo dejé?”.
               “Sobre la mesa, estuvo sonando todo el tiempo, pero no pudimos
            revisarlo”.
               “Es cierto, perdón, lo olvidé. Estoy nervioso”.
               En efecto tengo mensajes pendientes, los de la Chiqui y mi mejor
            amigo mientras se prepara para su ceremonia. Yo busco desesperado el
            nuevo correo electrónico. Ya está, lo encontré. Al abrirlo solo busco dos
            palabras en todo el texto.
               “¿Lo encontraste?,¿Qué dice?…Carlos, ¿Estás bien?,¿Cuál fue el
            resultado?”
               “Positivo” contesté.
               A pesar de responder no logro discernir muy bien todo lo que me
            dicen y lo que estoy pensando; solo recuerdo, paso a paso mi protocolo
            de llegada a casa luego de cada turno, busco fallas en el mismo y trato
            de averiguar si mi mamá está en riesgo. No encuentro nada, pero aún así
            tengo miedo, más que cualquier otro día antes.
               Debo irme, llamo a casa para explicar a mi madre lo que implica
            tratando de no asustarla. Sin saber cómo eso me tranquiliza y mientras
            voy manejando en la noche de una ciudad desolada por el toque de queda
            recibo un mensaje de Miguel. Demonios, otra cosa que había olvidado
            entre todo; me conecto a la ceremonia de su boda para escucharla durante
            el viaje a casa. Toda la alegría transmitida a la nueva pareja de esposos
            a través de la videoconferencia aplaca la ansiedad que aún me gobierna.
            Casi sin darme cuenta estoy estacionado fuera de mi casa, precisamente
            en el momento que solicitan mis palabras para los novios:
               “Ñaño, solo puedo desearles la mejor de la vida juntos. Pese a todo
            este tiempo lejos, al drama creado por un hecho mundial difícilmente
            imaginable y las dificultades que ha pasado su boda, lo han hecho. Sé
            que este día será el inicio de su más grande felicidad. Los quiero, cuí-
            dense muchísimo y sigan juntos siempre”.
               Mi mente nublada se despeja, ingreso a casa y me aíslo en mi habita-
            ción. Pese a estar en la misma casa solo converso con mi mami por telé-
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