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DEPRESIÓN Y AUTOLISIS EN TIEMPOS
                                    DE COVID-19



                                               Por: Md. María Isabel Jara Jimbo
                  Aferrarte a la vida cuando tu mente desea la muerte, buscar el perder
               la guerra y ganarla con un poco de suerte. Encerrada en casa, para luchar
               contra un virus que se ha convertido en un enemigo silencioso que no
               respeta raza, religión ni directrices sociales, pero atrapada en mi propio
               mundo en donde el peor enemigo es mi mente.
                  Quien escribe, un médico residente de veintisiete años de edad, que
               cursa su residencia en sala covid. Siendo las dos de la mañana del 15 de
               julio, recibimos a una paciente femenina joven, de profesión enfermera,
               Covid-19 positivo, con intento de autolisis ¡Ha ingerido varias pastillas
               de propanolol! Signos vitales en descenso, bradicardia, desaturación no
               menos de 75%, que responde bien a mascarilla con reservorio a 15L.

                  Después de varias horas se logra estabilizarla y mantiene un Glasgow
               15/15. Se procede a realizar la historia clínica en la que se indaga qué fue
               lo que le llevó a tomar esta dura decisión, cuando tras la ventana se ve
               a un mundo, y a cada persona, luchando, peleando a diario por la vida
                                                                           1
               , mientras ella responde con voz quebrantada y las láminas recorren sus
               mejillas: "Mi esposo era policía y mientras manejaba su motocicleta,
               realizando la guardia de la noche durante el “toque de queda” intentó
               detener a unos hombres ebrios que manejaban a toda velocidad. En res-
               puesta, ellos lanzaron su camioneta tras su moto. Ha caído a un ba-
               rranco y me llamaron a notificar que ha perdido la vida” …"
                  Era comprensible su historia y a la vez muy aterradora, también des-
               esperante, pues un hijo de tan solo dos años de edad la esperaba en casa.
               ¡Pobre aquel pequeño inocente! que sin saber qué es lo que en su vida
               ocurría, lo imagino jugando con todo lo que en sus manos tenía, mientras
               su madre en nuestro hospital, se juega la vida y está a punto de embar-
               carse en una larga travesía. Por mi parte, había hablado con ella algunas
               horas, ya que sentía parte de su historia reflejada en la mía.

                  Hace poco menos de dos meses, sufrí una crisis de depresión mayor,
               de  esas que  involucran  pensamientos  suicidas,  tras  una  ruptura  amo-
               rosa. Sentía que nadie lograría entender lo difícil que es pelear contra
               uno mismo, día tras día. Pensé que nadie comprendería lo duro que es
               despertar y desear no haberlo hecho; porque por más que existen mil
               razones para continuar, la mente solo guarda una ¡la peor! la de rendirse


               1 Sin dejar atrás que ella es profesional de la salud y su deber siempre será luchar y preservar la vida como lo
               más sagrado y valioso, que a los creyentes en la Tierra, nos da Dios.

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